Tal vez haya llegado el momento de pararle los pies a China. Hemos vislumbrado, como en medio de una niebla, la posibilidad de que cobre realidad un monstruo bautizado ‘Chimérica’, una hipótesis que pudo entreverse cuando la última cumbre ecológica terminó de un carpetazo conjunto dado por Washington y Beijing, sin buscar siquiera algún avance. Hace casi dos años señalábamos el temor de que China fuera “un gran laboratorio” donde se estuviera ensayando “la sociedad del mañana”: “ese ‘comucapitalismo’ –decíamos- es la envidia de Occidente porque, centrándose en el mercado, ha conseguido mantener una enorme concentración de poder y la más absoluta disciplina popular”.
Pero al margen de esa posibilidad está en pie el miedo de Occidente a que China se convierta en parte esencial del núcleo del poder mundial, lo cual no es una pura especulación sino un proceso concreto y bien visible, aunque en el terreno estrictamente económico y no en el nivel tecno-militar, en el que la distancia entre Estados Unidos y el resto del mundo es enorme y parece ir incluso en aumento.
Al margen de que la china actual sea un estremecedor ‘modelo’ para una posible sociedad futura de hiperexplotación, hay ahora una fuerte disputa de espacios de poder. Y en esa puja es muy importante para USA debilitar el creciente papel de china. Si es posible lo hará ‘desde dentro’, al estilo de la CIA, con sus torpezas y su habitual incapacidad para los matices pero siempre contundente.
De esto hablábamos hace casi seis años. Señalábamos que el despegue de ese país gigantesco “ha despertado la gula de las empresas occidentales por hacer negocios con los chinos…” Y proseguíamos: “El día que haya que pararle los pies al poder chino nos recordarán, de golpe pero implacablemente, lo que todos sabemos: que es una tiranía superexplotadora”. No se sabe si ese momento está llegando ya. Quizá lo podamos medir según dos parámetros: dentro de China, por el crecimiento de las reivindicaciones para crear sindicatos, lo que significaría contar en el futuro con un poderoso instrumento de agitación; y externamente, según el espacio –y la pasión- que los medios de comunicación occidentales dediquen a ese ‘drama humano’ que achican o magnifican según el lugar donde nos lo quieren hacer observar.
De momento, lo curioso es que el movimiento huelguístico, que afecta sobre todo a empresas de Taiwan y Japón, haya logrado resultados, aunque no sean espectaculares: Honda, por ejemplo, subió los salarios en 100 yuanes (12 euros) sobre un salario de 1.700 yuanes (206 euros) mensuales, si bien los trabajadores pretenden superar los 240 euros. Otra novedad insólita es que, en medio de las protestas, el gobierno de la provincia de Shenzhen elevó el salario mínimo hasta 1.100 yuanes (133 euros). Pero no todo el campo es orégano: la protesta callejera en la empresa de caucho Kok terminó con un saldo de 50 manifestantes heridos; se quejaban por sus largas jornadas bajo temperaturas de 40 y 50 grados. Y la oleada de protestas llegó tras el suicidio de 11 trabajadores de la empresa taiwanesa Foxcom, resultado de la brutal exigencia de productividad que padecen.
Insistimos: que China sea ‘modelo’ de una sociedad futura es algo que esperamos que no pase de ser una pesadilla. Pero que Occidente intente ir parándole los pies ‘incentivando’ indirectamente el aumento del costo laboral es una posibilidad muy concreta. Para una organización dedicada técnicamente a desestabilizar el mundo, como lo es la CIA, es fácil dar unos pequeños empujoncitos que puedan avivar unas brasas que mañana se conviertan en incendios. O sea: acciones estratégicamente muy rentables.
Pararle los pies a China
14
Jun
Horacio, eres un maestro. Leyéndote, aprendo cosas y asumo visiones de la actualidad sobre temas en los que ando algo despistado. Tus escritos, como los de otros profesionales de este medio (como sabes, yo soy un colaborador: ¡ya quisiera yo haber sido periodista de profesión!) de los que también aprendo y no poco, suelen ser modélicos.
Gracias. ¡Y a ver si nos volvemos a ver uno de estos días, buen amigo!