Robando calcetines

7 Jun

Quien sea capaz de entender lo que ocurrió el 31 de mayo, cuando un comando israelí abordó el barco turco ‘Mavi Marmara’, apresándolo y secuestrando a su tripulación y pasajeros, ése podrá entender todo el proceso de Palestina. Siempre que hablamos de ese proceso lo remitimos al origen: la imposición de la creación de Israel por las grandes potencias, ‘implantándolo’ en ese escenario en un gesto que aparentaba cumplir un ‘mandato bíblico’ pero era, en realidad, una forma de ‘inyectar Modernidad’ y defender los intereses imperiales, compensar a los judíos por el holocausto y controlar al naciente nacionalismo árabe. Muchas veces hemos sostenido algo que antes se negaba pero ahora es ‘doctrina oficial’: Israel es el agente, el guardián de los intereses de Occidente. Esa interpretación se tomaba como una ofensa y ahora se esgrime como una deuda, para reclamar el permanente apoyo de Estados Unidos. Pero lo que estamos leyendo hoy, cuando justificar a Israel resulta imposible, es una interpretación relativamente novedosa, que alega ignorancia o autoengaño.
El ‘nuevo filósofo’ francés (ya no tan nuevo) Bernard Henry Levi, gran defensor de Israel, ha hallado ‘autismo’ cuando los dirigentes israelíes creen que “el mundo no los comprende”. Esa es, ahora, la interpretación que se nos administra para diluir –ya que no es posible negar- la evidente disposición del Estado Judío a torturar sistemáticamente al pueblo palestino, a humillarlo y reducirlo a condiciones inhumanas de vida, y siempre bajo la directa amenaza de exterminio. Dicho de otra manera: como Israel no tiene excusas, se viene difundiendo ese atenuante: ‘no saben lo que hacen’.
La cuestión clave para justificar ese ‘desentendimiento’ entre Israel y el resto del mundo está en que se administra a los israelitas una explicación según la cual siguen viviendo, como hace 65 años, acosados por poderosos enemigos. Lo cierto es que, tras una sucesión de guerras, aquel entorno ha cambiado radicalmente. Egipto y Jordania son virtuales aliados (fronteras sur y este) y al norte ha quedado en manos de Israel, como colchón, la zona de los Altos del Golán, arrebatada a Siria, además de un contingente de tropas internacionales interpuesto entre los dos países, lo mismo que ocurre en la también norteña frontera de Líbano. Tras la invasión de Irak, Afganistán y Pakistán por los norteamericanos, los sirios tienen pocas ganas de incordiar. En cuanto a Líbano, ya ha sido machacado varias veces por los israelíes.
Desde luego, esta situación es diametralmente distinta a la de la época de creación del Estado de Israel. Además, los israelíes han robustecido a uno de los ejércitos más poderosos del mundo. Pese a todo, el capítulo de ‘pensamiento único’ diseñado para ellos sigue presentando la realidad como la de un país acosado, rodeado de gigantescos enemigos. En esa fábula, uno de los elementos principales es presentar a Irán como un peligrosísimo Estado que avanza hacia el logro del arma atómica, sin recordar que Israel la tiene hace años y que también disponen de ella Pakistán, la India y China.
El ataque al ‘Mavi Marmara’ resulta una parábola de todo esto. Lo aborda un preparadísimo contingente militar, en aguas internacionales, con una superioridad bélica total. Cuando algunos de los militantes pro palestinos que iban en el barco se resisten, insultan, y hasta agreden con ‘grandes cuchillos’ (además de llevar -¡horror!- chalecos antibalas), los soldados israelíes atacantes, que disparan y matan, creen actuar “en defensa propia”. Es la inversión de la realidad: si te resistes a un ataque de Israel, tú estas atacando a Israel.
El escritor sueco Henning Mankell formaba parte de la expedición pacifista. En su relato del asalto israelí consigna que, al regresar sano y salvo en un avión, una azafata le trajo un par de calcetines, ya que los suyos se los había robado uno de los soldados israelíes. A otros les robaron dinero, las tarjetas de crédito, ropa, equipos de música, ordenadores… “Así muere parte del mito –dice- del soldado israelí, poderoso e infalible”. La realidad tritura a la ‘leyenda de Israel’: su papel de emisario de la Modernidad se ha convertido en una triste rapiña.

2 respuestas a «Robando calcetines»

  1. Desde luego, no sería digno de crédito, de no ser porque es del todo cierto. La realidad -inmediata- supera la ficción. Qué tremendo!!

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