Normalmente, una noticia se expande, hasta donde su interés y su atractivo la empujan, impulsada por los medios de comunicación, que la lanzan, le hacen un seguimiento, le buscan matices y derivaciones, la alimentan hasta que decae. Lo habitual es que los medios la ayuden a crecer o la vayan controlando y apagando (según los intereses que estén en juego). Pero en los últimos tiempos la manipulación de los temas apenas respeta la curiosidad o el interés de los lectores/espectadores: las noticias se apagan de golpe o se convierten en un interminable ‘incendio’ informativo; a veces son –o parecen- exclusivas de algún medio, que se las apropia y las convierte en ariete de un determinado juego político, al tiempo que otros medios la reducen a unos mínimos o la ignoran.
A nivel mundial, la información sirve al ‘pensamiento único’ dominante: se apunta a ‘filosofías’ homogéneas y monocordes, se hace constantemente opinión, para elogio de lo políticamente correcto y condena de lo ‘desviado’, y también aparece cada vez más compartimentada. En Latinoamérica, por poner un ejemplo, apenas si se tiene noticia de la cantidad de inmigrantes africanos que intentan llegar a Europa y se ahogan en el camino. Hay ocasiones en las que el resultado de esa manipulación creciente y sistemática se puede apreciar de repente como un enorme vacío informativo. En la noche del pasado domingo la 2 exhibió un extenso documental sobre la empresa química Monsanto. En distintas ocasiones habíamos conocido materiales denunciando las catástrofes promovidas por Monsanto con diversos productos a través del tiempo, culminando con sus transgénicos y su apoderamiento de patentes sobre semillas que van convirtiendo a muchos agricultores en sus rehenes ya que, por primera vez en todos los siglos de la historia humana, no son dueños ni siquiera de la simiente (en su día comentamos la cuestión, en el artículo ‘Las semillas tienen dueño’). Monsanto ha ido fortaleciendo la llamada ‘República de la Soja’, que ocupa gran parte de Argentina y se expande por Paraguay, Uruguay y Brasil… un territorio llamado ‘república’ porque allí, sea quien sea el que aparezca como titular del gobierno, la que gobierna de verdad es Monsanto. La pregunta que clama al cielo es ésta: ¿Cómo es que ignoramos casi todo acerca de Monsanto, cuando viene provocando desastres ambientales y envenenamientos y epidemias en distintas poblaciones? ¿Cuántas informaciones, cuántos reportajes y cuántas entrevistas nos están faltando para tener una idea clara de las tropelías de Monsanto?
Otro ejemplo es el de la nueva, fantástica y misteriosa arma de los Estados Unidos. El acento no está puesto en su capacidad destructiva sino en la enorme velocidad con que puede llegar a cualquier punto del planeta. Un arma insuperable para el Siglo XXI porque puede apagar cualquier ‘foco’, en cualquier sitio sin que apenas se note. Algo así como la nueva cirugía: se quita el ‘mal’, se restablece la salud, sin ‘internaciones’ (vale decir, sin salvajes invasiones como las de Afganistán o Irak) y sin que apenas quede cicatriz. Ahora se entiende que se hayan podido hacer ciertos recortes a los arsenales atómicos, una monstruosa fuente de destrucción del siglo pasado que, a la luz de los ‘maravillosos’ avances bélicos, bien podrían ser totalmente eliminados. Y ahí queda colgada la otra pregunta: ¿cómo es que no hay un seguimiento de grandes reportajes, largos minutos de la tele y un sinnúmero de páginas escritas, contándonos algo más sobre el nuevo invento y, si se sabe demasiado poco, haciendo la historia de los abundantes ‘progresos’ bélicos que han jalonado la historia del ser humano desde el principio de los tiempos? ¿Realmente no le interesa a nadie la gran ‘cirugía imperial’ para extirpar, casi sin dolor, las resistencias y las disidencias del Siglo XXI?
Enhorabuena Horacio. Lo que cuentas y denuncias con tu sano estilo claro me recuerda aquello de las novelas de Manuel Scorza, que por cierto, ¿sabías que està absolutamente ausente de la gran Enciclopedia de El País? Pues sí : el autor de «Redoble por Rancas» o «Garabombo el invisible», entre otros títulos, ha devenido ausente e invisible para la kultura ( sic ) oficial del país. ¡Y eso que lo editó Planeta!
Un abrazo, compañero del mundo!
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