El sábado pasado se han podido leer una reflexión de Vicente Verdú, titulada ‘La crisis pide un mesías’, y otra del historiador británico Timothy Garton Ash, que parecía una respuesta: ‘No basta un mesías’. Por si no los siguen: Garton Ash es un liberal bastante crítico pero sesudo defensor de la ‘civilización occidental’, con lo difícil que esto es últimamente; con Verdú (y algunas de sus arriesgadas tesis) se puede disentir pero conviene tenerlo muy en cuenta porque es una de las personas que más seriamente está revisando la hilera de tópicos y estereotipos en la que nos movemos.
Ninguno de los dos hacía referencia al fuerte declive de quien más intenta dar el perfil de nuevo líder, junto a Obama: Sarkozy. Las elecciones francesas provocaron tal bajón en su partido (el ‘nuevo centro’) que sólo se podría comparar con el anuncio de que su compañera, Carla Bruni, se hubiera hecho lesbiana y hubiera escapado de Francia con la lideresa socialista Segolene Royal (gran triunfadora de las regionales). La comparación tiene mala leche pero no es tan traída de los pelos como puede parecer: la relación con la famosa y hermosa Carla ha contribuido decisivamente al tipo de liderazgo que pretende Sarkozy. Por otra parte, hasta el conspicuo y flemático Garton Ash habla de que el sonado romance Sarkozy-Bruni puede resultar fugaz, aunque atribuye este dato a fuentes ‘poco fiables’.
El británico desmenuza los fracasos de Obama, añadiendo que la decepción era inevitable: “ningún simple mortal podía satisfacer las expectativas mesiánicas de su presidencia”. Al tan esperado presidente negro casi nada le ha salido bien. Aunque parece que sacará adelante, finalmente, la reforma sanitaria, será con tantos recortes y retoques que, parafraseando a nuestro ínclito Alfonso Guerra, se puede decir que no la va a reconocer ‘ni la madre que la parió’. Lo curioso es que Garton Ash señala, como principal culpable de las dificultades de Estados Unidos, al Congreso; es decir, al núcleo de la democracia estadounidense. Al revés de lo que siempre se asegura desde Europa –que el presidente yanqui tiene casi los poderes de un dictador- ahora el historiador británico considera que los congresistas tienen “una capacidad de inmiscuirse en la política exterior como en ninguna otra gran democracia…”
Por su parte, Vicente Verdú no se ocupa ni de Sarkozy ni de Obama. Se refiere a la realidad global que estamos viviendo y que retratara Ortega en ‘La rebelión de las masas’, publicada en 1930, al año siguiente de la Gran Depresión, cuando anunciaba el ‘advenimiento de las masas al pleno poder social’. Y, “como las masas, por definición, no deben ni pueden dirigir su propia existencia, y menos regentar la sociedad…”, su acceso al poder nos coloca en medio de “la más grave crisis”. Siguiendo el camino orteguiano, Verdú añade que “la ausencia de líderes se corresponde fielmente con el paso de la excelencia a la mediocridad, de la voz diferente a la voz del sondeo, de la creación minoritaria al best-seller”. Los líderes sucumbieron: “desde hace años nos valemos de sustitutos paródicos”. Y culmina: “¿Un gran líder político hoy? ¿Se han fijado, por ejemplo, en el actual presidente de turno de la Unión Europea?” Personalmente, me queda una duda. Sólo una, pero gorda. ¿Son las masas las que están gobernando? ¿No contamos con un alambicado sistema que transmite contenidos y, una vez ‘cargada’ la opinión pública con las consignas deseadas, se hacen las encuestas que ‘dictarán’ a los políticos lo que ellos mismos –junto al poder económico y al poder mediático- han insuflado al conjunto de la sociedad? En teoría, la ‘titularidad’ de las decisiones la tienen las masas. ¿Pero quienes son titulares de los mecanismos de manipulación de las masas? Yo diría que, aunque son más modernos, se parecen bastante a los que tenían el poder antes de la sociedad de masas.
Suscribo su conclusión. Felipe González fue nuestro Obama. Lo prometió todo e hizo lo que le dio la gana. Aunque no llegara a la categoría de mesías, nadie puede negarle que modernizó España. Su único error fue no ser negro.