El precedente de Putin, espía antes que máximo jefe político, no nos sirve demasiado: entre nosotros todavía no sería bien visto convertir a un agente secreto en presidente. En Occidente el poder de los espías se basa en otorgarles un amplio margen de maniobra, que en ocasiones los convierte en ´un Estado dentro de otro Estado´. Tal ha sido lo que se vio en Guantánamo y en las prisiones secretas de la CIA, donde se encarcelaba sin necesidad de pruebas, juicios ni abogados, y se torturaba por sistema. Lo digo en tiempo pasado pero no tengo en absoluto la convicción de que todo eso haya dejado de hacerse, aunque necesidades de imagen hayan obligado a disimularlo, esconderlo y quizás, en algún caso, suspenderlo, al menos temporalmente.
El impresionante ataque dentro de una base estratégica de la CIA en Afganistán, con siete espías muertos –incluyendo a la jefa de la base– ha dejado en descubierto uno de los aspectos semisecretos de la guerra afgana: que los espías de la CIA llevan sobre sí el peso de una parte principal de la confrontación, al margen de lo que programa o hace el ejército regular. Además, como también es semisecreto, lo que la CIA no hace directamente lo hace ´Xe´, la nueva versión de la empresa mercenaria ´Blackwater´: lo que la CIA no hace ´per se´, lo hace ´per Xé´ .
Un juez norteamericano acaba de tirar abajo la acusación contra agentes de ´Blackwater´ que mataron a 17 civiles en Irak. Los ´muchachos´ custodiaban un ´convoy de diplomáticos´ y en un momento se pusieron nerviosos, creyendo que eran víctimas de un ataque, y se pusieron a disparar a todo quisque. Ahora el juez dice que las pruebas contra los mercenarios se obtuvieron por confesiones que ellos hicieron con la condición de que no se utilizaran en su contra; por tanto, las ha invalidado. Y es que la justicia norteamericana es ´muy garantista´, aunque se le escapen situaciones incontrolables, verbigracia la de Guantánamo o las cárceles secretas.
Obama ha intentado contener ese enorme poder de la CIA, aunque la experiencia muestra que los espías dan un pequeño paso atrás y al poco tiempo recuperan el terreno perdido… Para eso son espías: de vez en cuando echan una mirada a su alrededor y se enteran de un montón de cosas feas del mundo de la política, lo que les permite obtener el favor de los políticos espiados.
La gran ruptura, el enorme punto de inflexión que ha puesto más que nunca al mundo en manos de los espías sucedió tras el terrible atentado del 11-S, cuando Estados Unidos adoptó el insostenible principio ´jurídico´ de que, cuando un ciudadano de un país comete un acto terrorista (o lo proyecta, o simplemente se sospecha de él ´con fundamento´) se puede actuar contra toda la nación a la que pertenece. Esa increíble premisa es la base de sustentación de las acciones del imperio en el siglo XXI, ante el silencio cómplice de todo Occidente. En el caso de Irak, se convirtió en un tópico renegar de las inexistentes ´armas de destrucción masiva´. Pero todavía Toni Blair sigue argumentando que no se arrepiente de haber echado del poder (y matado) al ´malo´ de Sadam. Su antecesor conservador, John Major, acaba de contestarle: “Hay mucha gente mala en el mundo que está gobernando países y no los derrocamos”.
En el caso de Irak la invasión –todavía está el invasor allí, aunque se anuncie su lenta retirada– se ´adornó´ con mentiras; lo de Afganistán, que ya ´contagia´ a Pakistán y que amenaza con aplicarse a Yemen… es la extensión de aquel principio nunca formulado, porque no se puede legitimar, pero que pesa como una lápida sobre el mundo entero: un terrorista, real o presunto, involucra a toda su Nación.
Ni los más malos de la leyenda de Robin Hood se atrevían a formular una ´moral´ que nace ya inmoral: como lo está haciendo ahora el imperio, simplemente actuaban.