En el momento de empezar a escribir respecto a la semana que ha vivido nuestro Unicaja, por encima de todo tengo la idea que estaba en la cabeza de muchas personas: no tendría que haberse jugado nada. No se trata de si el Málaga no juega con el Levante, o que el Canarias tenga dos partidos menos porque, aparte del incompleto del Breogán, no jugó ante el Valencia Básket. Es que, con lo que ha ocurrido en España, lo mismo se hubiera agradecido que alguien transmitiera que el negocio no lo justifica todo, pero, es lo que nos ha tocado y lo que estamos permitiendo.
Más allá de todo esto, esta última jornada ACB, y tras haber mostrado una de las mejores expresiones de juego frente al FC Barcelona la semana anterior, el equipo malagueño cayó por primera vez en la temporada. Y cayó a lo grande, sin remisión, y sin nada medianamente decente que sacar de las conclusiones de la derrota.
Sin tener que ponerme en modo buenrrollista, ése de los libros de autoayuda, tazas del desayuno o declaraciones de alguna tertuliana televisiva, no pasa nada. Sin tener que rascar mucho, se ponen muchos argumentos encima de la mesa que hacen seguir creyendo en el equipo y en todo lo bueno que ha dado hasta ahora y que sigue manteniendo.
Porque creo firmemente que el crédito sigue intacto, por la temporada que lleva muy poco consumido y mucho bueno mostrado por parte de los de Ibon Navarro.
Lo que ocurre con la derrota del Nou Congost viene más por los detalles mostrados más que el resultado. Más allá del 109-69 en contra, situación que estamos viendo en varias ocasiones esta temporada en otros rivales de esta ACB, es lo mostrado en gran parte de los cuarenta minutos de Manresa lo que tiene muy poca defensa.
No sé si las sensaciones previas al partido eran las de “si se cae, lo hacemos a lo grande”. O quizás si yo puedo ver como un error no parar las ligas profesionales ante lo vivido esta semana pasada, lo mismo es algo común también en los deportistas, pero no calificar de rendición incondicional por parte del equipo lo vivido el sábado es no decir la verdad.
Se le puede culpar a la energía del rival, al paupérrimo 15% de acierto en triples (37,2% antes del viaje) a perder el rebote 38-27 o a mil cosas, pero también a dar la mitad de asistencias (11 frente a 22,4) y perder el doble de balones (21 ante 11,6) que se promediaban en las cinco primeras jornadas. Aunque más allá de lo numérico, la actitud que se vio a través de la televisión fue muy triste.
Y digo esto tras haber sido testigo, también retransmitiéndolo, pero en Punto Radio en lugar de Cope Málaga, de aquel 105-52 del 20 de diciembre de 2006 entre el DKV Joventut y el Unicaja de Euroliga. Hay situaciones del partido que todos tenemos en la memoria, instantes que hacen que nos pongamos las manos en la cabeza intentando comprobar si los que llevaban la camiseta del Unicaja el sábado eran los de siempre.
Que cada uno guarde su horror particular junto con todo lo bueno que hizo el BAXI Manresa en un partido redondo y que se pareció mucho al que jugaron durante la semana en la FIBA BCL ante el NINERS Chemnitz alemán, y en el que los de Diego Ocampo de manera secuencial terminaron barriendo a los de la antigua Karl Marx Stadt. Pero que una pérdida de balón a falta de 7 minutos de partido, con 31 abajo se salde con dos jugadores locales tirados por el suelo para recuperar y salvar el balón y lo terminen con un triple ante la defensa visual del equipo malagueño, por suerte no es de lo habitual, pero enoja.
Como se decía hace tiempo, que sea la última vez y no sirva de precedente, porque la actuación de todos parece que se quedó en Málaga camino de Turquía. Y es que desde fuera, suenan raras situaciones como que el último tiempo muerto de Ibon Navarro fuera con 17:39 jugados y con 46-26 en el marcador. No esperaba yo que el vitoriano transmutara en Jasmin Repesa (por favor, no) y rompiera la pizarra o forzara una técnica, cada uno tiene su método y aquí seguimos creyendo en el plan de Ibon, pero sigo recordando aquella silla volando al centro del parquet del Martín Carpena y la autoexpulsión de Sergio Scariolo frente a Panathinaikos, y lo tengo entre los mejores recuerdos.
Repito, para mí este grupo sigue teniendo el crédito intacto, rebajarlo por esto sería una tontería por mi parte, pero el cómo vino esa constatación de “el abuelo se va a morir” es lo que ni tiene defensa, ni debe repetirse.
Por cierto, ahora que por suerte ya no se habla de Euroliga, ¿saben qué ocurrió la temporada del fusilamiento en Badalona?, sí, fue el año de la Final a Cuatro de Atenas, el culmen de aquella etapa de gloria.