La semana pasada terminaba hablando sobre la Euroliga, esa competición que en su día se llamó Copa de Europa y que siempre ha sido tan bonita y que tanta ilusión nos ha hecho, no sé si por pensar que estás entre los mejores, o porque te crees superior a aquellos que te rodean, que cada uno elija su motivo.
Me auto incluyo en el grupo de frikis que adora la competición. También confieso que -sobre todo al principio de temporada- cuando veo los partidos y los comparo con el resto de competiciones, pienso que veo otro deporte. No me creo que un Egis Kormend-Karhu Kauhajoki de la previa de la FIBA BCL sea la misma modalidad que un Panathinaikos-Maccabi, pero al parecer es verdad, y ahora que nuestro Unicaja vive momentos alegres, ya no nos vale todo lo bueno que se está haciendo y viviendo en Málaga, hay que cambiarlo. O al menos, planteárselo. La pasada semana me preguntaba hasta qué punto la Euroliga, para ciertos clubes, no era una condena a medio plazo. Y creo que se puede hablar sobre el tema.
De entrada, ya se oye hablar sobre si no habría que aprovechar este momento de bonanza para trabajar en los despachos y volver a la Euroliga. Es razonable porque, en el deporte, lo principal es competir con los que están en tu nivel, y si es posible, mejorar y competir con los grandes. Eso ha de ser el objetivo del trabajo. También se dice por nuestra casa que ·«a ver si nos vamos a aburrir de la FIBA BCL porque sea muy poca cosa». Desde 1977, año en el que aparece el Caja de Ronda, este club (sí, hay vida anterior al glamour), ha jugado la Copa Korac 7 veces, la Eurocup, 4; la Euroliga, 17 y 3 la FIBA BCL, contando la temporada actual. El palmarés: 2 títulos (Copa Korac y Eurocup) y 2 finales a cuatro (Euroliga y FIBA BCL).
La FIBA BCL nos empieza a parecer poco, y aunque no veo yo como candidatos al play off de la Euroliga a los rivales que tuvo el Unicaja el año 2001, temporada en la que ganó la Korac, lo cierto es que en Europa, tras ganar la Eurocup la temporada 2016-17, el club de Los Guindos ha competido, pero no ha dominado nada. Da igual a qué competición lo apliques.
El motivo principal que veo es que no hay jugadores suficientes en Europa para dar sostén a cuatro competiciones realmente fiables. Además, tras la ampliación de franquicias en la NBA, la subida de salarios en la liga de desarrollo y la inflación que producen las competiciones asiáticas, lo que ha hecho el baloncesto europeo ha sido dar una huida hacia delante, en lugar de sentar las bases para reforzar sus cimientos.
En su día, la Euroliga la formaron clubes hartos de los manejos de la Federación, algo muy similar a la ACB. De lo que pretendían a lo que nos encontramos hoy, hay un abismo.
He mencionado el exceso de competiciones en el continente, y lo cierto es que más allá de trabajar en una integración, lo que suena es que la Euroliga quiere dar sí o sí la entrada a lugares tan peculiares para nuestro deporte como París, Londres o Dubai. Y digo peculiares porque sobre las «democracias plenas» del Golfo Pérsico se las dejo a ese experto en geopolítica que es Xavi Hernández, y me imagino lo divertido que va a ser cuando Anne Panther y Vasiliki Tsaroucha piten algún partido en los Emiratos, de París y Londres. Sólo aportar que los franceses, máximos candidatos a ganar la Eurocup (y por lo tanto obtener el billete a la Euroliga) tras el trasplante casi íntegro del Telekom Bonn tienen un promedio de asistencia de 1.745 espectadores, llegando a cobijar 835 en el partido inaugural frente al Wolves Vilnius. Los ingleses promedian 3.105 espectadores, con una asistencia de 1.287 ante la Umana Reyer Venecia. Por aportar algo más, el Unicaja femenino tuvo 2.271 espectadores el pasado sábado.
En su día, se vendió la Euroliga como una especie de «European Division» frente a la NBA, se dijo que se premiaba a continuidad en el proyecto para vender el tema de las licencias y, sobre todo, se ha repetido mil veces lo de la sostenibilidad del club, con lo del «fair play financiero» para evitar impagos.
Lo que nos dice el paso del tiempo es que es la competición vive de trampas, las reglas se cambian sin problema, si perteneces a los once socios da igual como quedes. Si al Valencia Básket se le ocurre terminar campeón, lo mismo se les retira la invitación si vuelven los equipos rusos, porque con Real Madrid, FC Barcelona y Baskonia ya aburre tanto español. Que renuncia Gran Canaria, no importa, no se hace nada.
Siguiendo con el Valencia, locos aplaudiendo la magnífica estructura de club, el nuevo alojamiento para la cantera y el envidiable pabellón que construyen, pero todo dependiendo de una persona. Está claro que una única fuente de ingresos sólo es peligrosa según el sitio.
La solidez del proyecto va más de la mano del dinero que de otras cosas. En la temporada 2015-16, Darussafaka apareció con Dogus de patrocinador, aportó tres millones de euros a la competición y fue su pasaporte para jugar.
La Euroliga se monta en su día como les vino bien a los que se convencieron del proyecto, han ido variando cosas a su antojo y ahora tienen socios que cobran sin jugar, como en el caso del CSKA de Moscú. Por cierto, dinero del reparto de medios al que no tienen acceso los otros participantes. Todo ello, dando por bueno el mensaje de que un ASVEL-Zalgiris va a cosechar importantes datos de seguidores más allá de Villeurbanne o Kaunas, y no es cierto (los frikis no entramos en el público objetivo de la encuesta).
A día de hoy, y mucho más tras las clarificadoras declaraciones del presidente López Nieto, la Euroliga no deja de ser un caramelo envenado para un club sólido y establecido como Unicaja, que ahora está haciendo las cosas bien, pero que no se puede soñar con que sea eterno, sobre todo si se vuelven a hacer las cosas como en la época inmediatamente anterior.
Con el cambio sustancial en la política de comunicación, hemos dejado de imaginarnos cosas alrededor del club, por mucho que a algunos nos gusten otras cosas. Aquí, siendo la envidia de media Europa, estamos en nuestra realidad, y lo mejor para seguir creciendo es asumir dónde estamos y desde dónde se parte.