Reconciliación.

20 Feb

Tras haberse disputado la Copa del Rey de Badalona con el triunfo del Unicaja, tan inesperado como épico, nos llega el momento de sacar conclusiones. Una vez visto el torneo, creo acertar si digo que los cajistas hemos cerrado alguna que otra herida, de ésas que duelen, de las que se tienen con nosotros mismos, y tengo esta idea desde el primer día, prescindiendo incluso del título.
Y puede resultar curioso, porque llegar a la Copa del Rey ya estaba bien, porque no hemos olvidado el punto de partida y estar en Badalona era lo mínimo exigible para este club, además bien conseguido, no se entraba por casualidades, o invitación por ser el organizador.
Después, tras la queja íntima de caer en el lado chungo del cuadro, el pragmatismo aparece, y a un solo partido cualquiera puede caer. Ni Unicaja ni Barça eran ajenos y también se hace de manera adecuada: estando muy bien y provocando que el rival no sea todo lo bueno que es. Como resultado, una labor titánica tras otra en forma de victorias ante los más grandes en España y casi en Europa, y una final con todo lo que tienen las finales, un rival que las cinco últimas ocasiones había ganado sin problemas (una media de 14 puntos de ventaja), con muchos ex jugadores en sus filas, e incluyendo el final más feliz que podríamos imaginar.
Ahora es el momento que todos alabemos con un sinfín de halagos al equipo, al club y a la misma suerte que hizo que se cruzara el baloncesto en nuestra vida. Los medios dedicarán todos los ratos que nunca hacen a nuestro deporte y al Unicaja porque es lo que toca y seguro que nos sentiremos mejor.
Y es el mejor momento para reconciliarnos, incluso con nosotros mismos, por si alguno se ha hartado en algún momento del baloncesto, o se ha divorciado del club, del equipo, de todo lo que esto aportaba a nuestra vida, y algunos, incluso con trazas de ser una ruptura permanente.
Al presidente López Nieto le hice el mismo caso cuándo dijo que quería un título, que cuándo dijo que pasaba de lo que dijeran los políticos, pero lo cierto es que a base de actuaciones como recuperar a la masa social, la memoria del club, darle la gestión de la plantilla al director deportivo y al entrenador o simplemente, a no pensar que más allá de su despacho sólo hay enemigos, ha conseguido cerrar muchas heridas que parecían eternas.
No hace tanto, la visión del pabellón en los días de partido era cemento y plástico, jugadores con más calidad que los actuales han pasado sin pena ni gloria, entrenadores con una gran reputación se han estrellado en el banquillo cajista, y sí, ha habido suerte, pero sobre todo, se ha asumido que pese a la gran base del club entre propietario, patrocinador y masa social, ni el camino, ni las formas de gestionar la relación con el entorno era la adecuada, y que, por mucho que se quisieran vender excelencias, hasta que llegas al factor negocio del deporte, esto va de sentimientos y vocación, y en gran medida, fallaban tanto una cosa como la otra.
Si esa penetración de Nicolás Laprovittola hubiera entrado el jueves y el equipo se hubiera vuelto a Málaga, seguiría escribiendo lo mismo, y es que quiero a este deporte, y por ende, quiero a mi equipo. Bendito sea este sexto título (para mí, ir a la Final a Cuatro de Atenas en 2007 también lo es), procurado además por gente que se lo merece, simplemente, porque la labor de los jugadores, de Ibon Navarro, de Juanma Rodríguez y de Antonio Jesús López Nieto, con sus equipos de trabajo respectivos está dejando conforme a muchos, y está cumpliendo con el que para mí era el principal objetivo: recuperar a aquellos que en gran medida fueron expulsados.
En la memoria llevo muchos años de los 46 que tiene de historia este club, me ha dado tiempo a ver descensos, ascensos, temporadas rutinarias, momentos de un continuo ascenso y de ver cómo muchos se creían que el estatus normalizado era estar discutiendo a los de siempre el título. También he visto como el tiempo ha puesto a cada uno en su sitio, como la gestión de una crisis se ha hecho de una de las peores maneras posibles, porque se llegó a perder casi todo, pero creo que, teniendo en claro que en la cima hay sitio para muy pocos, se está haciendo un trabajo más que adecuado para darle a este club la identidad real que merece, quizá no va a ser la que pudo tener hace quince o veinte años, pero no miento si creo que somos unos privilegiados.
He hablado de memoria, también de que aún sin título me parecería igual de bien, pero cuándo este domingo cayó el último segundo en Badalona, recordé a mi padre, como siempre, y también recordé a gente como Alfonso, Javier y José María. Seguro que ellos ayudaron a que la penetración de Laprovittola no entrara.

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