Seguro que entre alguno de ustedes hay alguien al que le guste el mes de febrero, aunque sea invierno, por muy desapacible que sea el día, hay un momento que nos reconforta pasear por nuestra Málaga, por lo menos por los lugares que aún nos quedan que no suenen a parque temático para clientes y sí para personas. Además, es un mes corto, con lo que se cobra antes, y encima, está San Valentín por ahí, justo en el centro del mismo, y más o menos, seguimos disfrutando de quién está a nuestro lado.
Pero… lo mejor es que está la Copa del Rey, con cuatro días magníficos, con ocho equipos dispuestos a darlo todo, en una sola jornada, o alargándolo todo lo que la competición permita, pero procurando sensaciones que no hay otro torneo que se le parezca.
Iba a decir que por suerte, pero es mentira, nuestro Unicaja ha vuelto por méritos propios al torneo que tiene como sede la que se merece, Badalona, ciudad que tiene otras cosas aparte de Anís del Mono. Para muchos, aparte de tener su reconocimiento eterno en forma de canción hecha por Joan Manuel Serrat, es la tierra del Joventut, y si rascamos mínimamente, la del Círculo Católico (o Cotonificio), o del Sant Josep. Porque sí, una ciudad de poco más de 150.000 habitantes y que no es capital de provincia tuvo tres equipos en la máxima categoría de nuestro deporte en la temporada 1973/74. Si eso no es respirar baloncesto… se admiten recomendaciones.
Ahí va el Unicaja esta semana, en la parte más dura del cuadro, dónde en las figuras de Barça, Valencia Básket y Real Madrid tiene a tres rivales de Euroliga, dos futboleros y un pleno de contendientes que le superan -y mucho- en presupuesto, algo que convenientemente escondemos o sacamos, sobre todo si toca fase negativa.
Que cualquiera de los rivales del otro lado (Joventut, Cazoo Baskonia, Gran Canaria o Lenovo Tenerife) hubiera sido considerado como «alcanzable» está más que normalizado, pero aparte del factor suerte, el haber estado metido o no entre los cabezas de serie es algo que, pese a la notable mejoría frente a anteriores situaciones, aún no va de la mano del Unicaja 2022/23.
Sin ponerme a evaluar lo que puede hacer el equipo malagueño, enfrente se aparece uno de los grandes y creo que a Ibon Navarro no le vendrían mal ninguno de los tres descartes que tendrá que hacer Sarunas Jasikevicius, porque este Barça tiene el talento por castigo, retorciendo un poco el refrán. Y no sólo eso, hasta lesiones puntuales le han ido viniendo bien a los azulgrana, alguna baja que otra le han ido sirviendo para meter en dinámica de juego a jugadores que lo necesitaban, cosas que en otros equipos hubieran sido un drama, hace que se tomen de otra manera en el rival de hoy.
Vaya por delante que invencible no era ni Zeus, lo digo antes de sacar a bailar las 11 derrotas de los catalanes entre Liga ACB y Euroliga, pero si se ve un poco el grupo que tiene que manejar el entrenador lituano, lo más complicado parece que es elegir qué jugadores se van a quedar sin jugar.
Confieso que desde hace mucho tiempo y de forma recurrente me gusta ver los enfrentamientos de Alberto Díaz frente a los bases contrarios, pero veo al pelirrojo contra Nicolás Laprovittola, Tomas Satoransky o Rokas Jokubaitis y hay mucho que pelear. Además, no será nada raro ver coincidir a un par de ellos en cancha, procurando que el argentino ejecute mucho desde fuera, el checo lleve al poste bajo a su par o el báltico haga valer su fuerza.
La lesión que tuvo Cory Higgins lo ha hecho llegar con poco castigo físico, mucho talento para desarrollar y dotar de mayor peligro si cabe al grupo que por fuera forma junto a Nikola Kalinic, Kyle Kuric, Álex Abrines, Oriol Paulí y Sergi Martínez, ya recuperado de la lesión. A los mencionados sólo falta añadirle a Nikola Mirotic, Sertac Sanli, Mike Tobey, Oscar da Silva, James Nnaji y Jan Vesely para dar forma a un muro que puede antojarse como infranqueable.
¿Qué hacer ante todo esto? Pues creer en el trabajo que se ha hecho hasta ahora, seguir apretando y ser más duros para conseguir ser más sólidos, resolviendo los problemas que se viene encontrando el equipo una vez apaciguada la aparición de esta versión que quiere parecerse a la que nunca debió de abandonarse. Hay que seguir hasta dar con la tecla que consiga resolver partidos por diferencias bajas, hay que conseguir recuperar una frescura física que hace varios partidos y, sobre todo, que esa idea de lo imprescindible que le resulta al plantel correr para anotar en transiciones rápidas y la dependencia del triple se destierre más pronto que tarde.
Bien, el rival no es el más indicado, pero seguro que tampoco están tranquilos en el banquillo de enfrente. Diría más, que ninguno de los otros siete contendientes quería verse con los de Ibon Navarro, mucho menos a un partido. Y para ello, de entrada, hay 40 minutos para demostrar que, aparte de tener mucho que ganar y prácticamente nada que perder, este Unicaja ha venido para quedarse. Y no como un equipo simpático, sino para recuperar lo que nunca debió dejar de ser.
Deseando escribir del Unicaja en la semifinal del próximo sábado, sólo dar ánimo y desear toda la suerte.