Se acaba una racha de triunfos para Unicaja cayendo en un partido que estaba en la lógica poder saldar con derrota, pero creo que una vez ha pasado, lo que toca es mirar para el encuentro de esta noche de la FIBA BCL, aunque sea intrascendente, y sobre todo, ver dónde están los detalles que trajeron la derrota de Barcelona.
No poder ganar en el feudo catalán es una pena, sobre todo porque la oportunidad de vencer a los equipos de Euroliga está en estas fechas del campeonato, pretender ganar a estos rivales conforme se van arrimando los momentos complicados de la temporada se pone mucho más difícil, sobre todo porque el pico de rendimiento siempre se eleva más, y el momento adecuado estaba ahora.
No obstante, creo que lo del domingo hay que tomarlo como lo que es: una bofetada de realidad. No es un toque de humildad para nadie, porque no es el caso, pero sí que para muchos miembros del plantel cajista y también para los dirigentes actuales, analizar el desarrollo del partido significa bajar a pie de obra y muestra la verdadera realidad en la que se vive. Por mucho que se recupere estatus en la cancha con la mejoría palpable, queda toda una vida para intentar volver a lo que se ha dilapidado durante estos últimos años.
La realidad es esta: juegas frente a uno de los equipos futboleros de la competición, con lo que esto supone en cuanto a dopaje financiero, que no recuerda cuándo no generó un déficit que en cualquier otro sitio sería mortal de necesidad, que ha jugado dos partidos de Euroliga en la misma semana, que para el partido del domingo tiene fuera a gente como Sertac Sanli, Cory Higgins, Álex Abrines y Sergi Martínez, que no tiene problema en tener al jugador mejor pagado de Europa a medio gas para no estropearlo, y aún así, sin recurrir a la heroica, gana su tercer partido en siete días.
Y digo sin recurrir a la heroica, porque, pese a que el Unicaja hizo trabajar al Barça, este tipo de rivales y partidos no te permiten estar tan poco espabilado en según que momentos de encuentro. No está permitido conceder dieciséis rebotes ofensivos por veinte defensivos capturados, porque ese dato significa que cada vez que los locales fallaban dos tiros, recuperaban una opción de tiro. Por ahí, mucha ventaja regalada.
Tampoco permite estar expectante a ver por dónde te sale el rival, no se permite ser poco agresivo, la diferencia física que siempre se menciona se traduce más pronto que tarde en mayor dureza en el juego que, aunque luego necesita cierta complicidad, no es raro que se termine consiguiendo.
Ahí surge la incomodidad, no encontrar el mando en el juego, los nervios, poco acierto y todo lo sabido, además, para completar el sopapo de realidad, cuándo el partido encara el final. Un 22-10 de parcial no ayuda, aunque claro, que caigan tres técnicas en tres minutos, todas del mismo lado, que se lance el segundo tiro libre a falta de 13 segundos para acabar el partido, o que salvo por esa última falta, el rival nunca llegara al bonus en todo el partido, terminan poniendo a prueba los nervios de más de uno.
Pero no hay que hacer del arbitraje bandera, mal que nos pese, porque de ahí a que te tachen de victimista hay un paso, y para victimismo el que tradicional y diría que genéticamente se vive como constante en la casa azulgrana. Ni Sánchez Sixto ni Zamorano Sánchez son novatos, completan su sexta temporada en ACB; de Pérez Pérez no necesito escribir nada.
Creo que habría que fijar más el análisis en ese 1 de 9 en triples vivido en el último cuarto, traducido en un 8 de 30 en el global del encuentro, más lo ya expresado del rebote son datos sobre los que empezar a basar el análisis, sobre todo, porque si se leen las crónicas de fuera de Málaga, algunos hablan de un Unicaja diluido en protestas reflejadas en técnicas, otros de la fortaleza local en el rebote y en el tiro libre. O sea, lo de siempre cuándo se juega en casa de un poderoso. Así que mejor irá el curso si se toma nota de la realidad vivida, porque todos deberíamos tener claro que si el Palau Blaugrana celebró el año pasado «50 años de magia», vivir un partido con 3 tiros libres en 40 minutos no es algo para lo que hubiera que recurrir a David Copperfield.