Un parón en la temporada no viene habitualmente bien, si el equipo funciona, todo lo que se quiere es alargar el momento de forma, y si el rendimiento no es el adecuado, por encima del aprovechamiento del momento para reconducir el rumbo, suele pesar el rumiar las circunstancias de la derrota y rondar sobre las malas sensaciones.
En todo esto se ve nuestro Unicaja. Con la derrota frente al Valencia Básket, el equipo de Fotis Katsikaris certifica el fracaso de otra ausencia de la Copa del Rey, siendo ésta particularmente dolorosa, no sólo por celebrarse en Granada, sino porque lo que podía verse como una travesía en el desierto ha terminado revelándose como la triste realidad.
Joan Manuel Serrat popularizó en su canción «Sinceramente tuyo» una frase que resume mucho la actual vida del CB Málaga: «Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio», es más, creo que tendría que quitar incluso la palabra actual de esa frase.
La realidad es la que es, del club fundado en 1977 hay mucha historia en la que apoyarse, ahora, se están dando una serie de pasos para recuperarlas que, por la poca costumbre que hemos visto en el tiempo reciente, nos agrada, pero no deja de ser algo que no soluciona el verdadero problema.
La historia la conocemos, con la llegada a la élite continental, los títulos y todo ello, pero tras la salida de Aíto García Reneses, paliada puntualmente por el quinquenio de Joan Plaza al frente del banquillo cajista, lo único que viene quedando por Málaga es decepción tras decepción.
Tomando como punto de partida el título de Eurocup 2017, y la temporada siguiente compitiendo en Euroliga, más allá de un amor casi enfermizo por nuestro deporte y por este club, no encuentro un motivo que justifique seguir perdiendo un minuto de tiempo y una neurona pensando en cómo mejorar este auténtico erial en el que han convertido el club.
Ahora mismo, se está focalizando en el plano deportivo la crisis versión 21/22, está claro que el entrenador tiene parte de responsabilidad y que la plantilla presenta todos los problemas que ya se sabe, que hay jugadores repetidos, que no hay una línea que no necesite ser reforzada, que se le han dado galones a jugadores que no merecen y tiene pinta de que no van a merecer nunca, por mucho talento que tengan, y que el plantel está hecho con la ilusión de un aficionado. Porque hacer depender año tras año al equipo del ejemplo de honestidad brutal que significa Alberto Díaz, es llevarlo a un conformismo que dista mucho de la ambición natural. Porque el base es la bandera con su ejemplo, pero no puede ser la estrella, el mejor Alberto rinde como respaldo a unos primeros espadas que hace tiempo que el club no tiene (por sueldo sí, por rendimiento, no).
La deriva tiene visos tan oscuros que jugar en Ciudad Jardín no sería un disparate si no fuera porque está ocupado por las «panteras» del Costa del Sol de balonmano. A una de las aficiones más fieles y más entregadas que se recuerdan, se les ha maltratado de una manera que la deserción no deja de ser algo natural, se pueden aducir motivos de envejecimiento de la masa social o de cambios de hábitos por el Covid, pero desde la directiva del club se ha lanzado el mismo mensaje de objetivos con la plantilla que ganó la Liga en 2007 que con la que manejó Chus Mateo, con un presupuesto de casi 19 millones de euros, que con 10. Se nos ha vendido que mediocridades como Volodymyr Gerun estarían rifados en el mercado europeo como si fuera una verdad absoluta y se ha desdeñado cualquier opinión que no fuera del agrado de la presidencia.
Hay tantos frentes a los que atender que me puedo permitir el lujo de dejar de lado si el presidente actual cobra. Lo digo en serio, prefiero que el inquilino de la presidencia tenga un sueldo y se lo juegue a que se coloque una figura que no tenga que ver con nuestro deporte y que actúe como si supiera con la coartada de pertenecer de una forma u otra a la Entidad.
Desde la llegada de Antonio Jesús López Nieto y Juanma Rodríguez se ha optado por las soluciones inmediatas y de menor calado en lugar de montar una revolución digna de la primera mitad del siglo XX, aquí no se puede pretender pasar del ultra conservadurismo habitual a la vanguardia más absoluta, pero más allá de esa nueva bajada de estatus al abandonar el ámbito Euroliga para jugar la BCL, me gustaría ver dónde está el tope de resistencia a esta caída que se viene experimentando, por si de una vez por todas se intentan evitar las consecuencias que estamos viendo y no veo que se estén paliando.