Inacción

11 May

Cuando se pone en marcha un proyecto, lo primero que se pone es el objetivo a conseguir, se valora las fuerzas con las que se cuenta para desarrollar el trabajo necesario, se evalúa la normativa a seguir, la competencia que se va a encontrar por el camino y se empieza a desarrollar.

Algo que hay que tener en cuenta antes de todo esto es tener claro si el proyecto es el plazo en el que se quieren obtener los resultados, y, además, aunque esto es más difícil, sería conveniente intentar meter la previsión de inconvenientes que se pueden encontrar de improviso.

En nuestro Unicaja de esta última versión que estamos viendo, estoy intentando adivinar qué fin es el que se quiere conseguir al final de esta temporada, con un curso 2020/21 tan atípico, con todo lo que procede del menos típico 2019/20, y aunque está claro que las circunstancias han cambiado desde el inicio del planteamiento del proyecto, lo que se quiere conseguir me llena de dudas.

Ha habido tantas cosas raras o inesperadas en este tiempo que parece que todo es fruto de la pura improvisación, y creo que sería mejor que pensar que esto es otra teoría de esas que los conspiranoicos que cohabitan con nosotros, similar a que George Soros o Bill Gates nos quieren poner un chip con una de las dosis de las vacunas.

Ahora estamos en medio de todo esto, sin reparar en el final de la temporada pasada, con la renovación del entrenador avalado en solitario por el presidente, con la confección de una plantilla que se sabía con carencias previas, con ese mal endémico que es una gestión de las crisis deficiente hasta el aburrimiento, con el fruto del cambio de entrenador tarde y mal, y con la sensación de haber tirado la temporada a nivel deportivo cuando se podría haber reconducido con un mínimo de antelación.

Que con todo esto bastaba para considerar como una temporada de las más complicadas de la historia cajista, creo que era obvio, pero si se le añade la dimisión del presidente, dejando el proyecto sin responsable reconocible al frente, o al menos, sin la figura que había centrado sobre sí mismo los focos durante gran parte de su mandato, si se le añaden todas las noticias sobre la aportación económica por parte del propietario, si no nos deprimimos, es que esto no nos duele.

Bueno, no sé ustedes, pero gente a los que no le importa esto cada vez aparecen más, y mucho más por omisión que por acción, porque ahora mismo, el planteamiento es de qué manera alguien, por muy seguidor acérrimo que sea va a arrastrar a volver al Martín Carpena a la pareja, o a los hijos, porque no sé si los dirigentes de Los Guindos (que deben de seguir existiendo) han caído que se está dejando de morir por inacción a un proyecto que va más allá de esta temporada o la anterior.

Este tipo de empresas, las deportivas, tienen una problemática que muy pocos saben gestionar, que por muy bien que se haga en los despachos u organizativamente (cosa que aquí tampoco es para presumir), la cara que se da al exterior es el equipo y sus resultados, si el balón entra, nos da igual si como cabeza visible está un holograma, pero si no hay resultados, todo es un desastre.

Concretamente, la situación actual no tiene un pase, sólo con lo que está ofreciendo la primera plantilla en los partidos, bajar de catástrofe los calificativos sería mentir a la realidad, si se le une todo lo ocurrido y la incertidumbre que se tiene sobre lo que puede venir, están dando justificación a todo aquel que no quiera oír de baloncesto en Málaga durante mucho tiempo.

No sé si la actuación del primer equipo está sirviendo de coartada para aquellos que quieren justificar un posible abandono a su suerte de este club, decir que no merece la pena aportar nada porque juegan mal es demasiado simple, creo que no cometerán el error de pensar que esa idea es para un público adulto, pero lo que llevo visto, o mejor dicho, lo que llevo sin ver desde hace un tiempo, me hace plantear dónde está realmente el objetivo que se quería conseguir al plantearse este proyecto, y sobre todo, si para la recuperación de lo que ha sido se tiene un mínimo de ilusión o ganas.

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