Creo que si se pudieran cuantificar las ganas de ver finalizar la temporada 2020/21, la cifra sería increíblemente alta. Al menos en mi caso, tengo todas las ganas del mundo de ver esto acabar y se tenga un mínimo de pauta a seguir para mostrarnos qué se va a hacer con todo lo que se puede relacionar con el baloncesto.
No sólo va con respecto a lo que nos atañe directamente, que es nuestro Unicaja, sino con todo lo demás, con poder ver una competición más o menos normal, sin aplazamientos de partidos por el Covid, con la posibilidad de tener público en los pabellones y no experimentar esos encuentros que tienen más pinta de partidos que se juegan en casa de cada uno en la videoconsola, dónde se eligen jugadores y se modifica al antojo del personal de qué manera jugar.
Ciertamente, lo que más me empuja a pedir un «reseteo» de todo esto es ese quinario que está atravesando el Club Baloncesto Málaga. Ya escribí la semana anterior que no sabía si la caída iba a finalizar estampándose en el infierno o pararía antes, pero vista la ausencia de acciones para sacar todo esto del hoyo como mínimo, la angustia que se generó de manera pública hace más de un mes se hace habitual, y esa situación sin tratamiento genera depresión.
Alguien dirá que al menos el equipo ganó el sábado, entre aplazamiento y aplazamiento, y tres derrotas de las que duelen en el orgullo -cuando se tiene y te importa lo que pasa- tanto de jugadores como de los demás miembros del club. Por fin se vio un rato bueno de baloncesto, se ganó el partido dos veces, y pese a que se estuvo a punto de regalarlo al Joventut tras ir por detrás casi todo el tiempo, la imagen en redes sociales del labio de Francis Alonso en una jugada que terminó con un 2+1 a favor del contrario, resume bien en lo que se está convirtiendo este club.
Alguien podrá decirme que la noticia de la licencia de la Eurocup para los tres próximos años es una gran noticia -que lo es-, pero no sólo parece que lo que ocurre importa bien poco o nada, sino que lejos de Málaga y del entorno del club están demostrándolo sin ningún problema.
En buena lógica, alguien dirá que visto el nivel de respeto propio que se tiene aquí, no pretenderemos que los de fuera nos lo tengan. No sé cómo se hubiera tomado en otro sitio la vuelta a arbitrar al Unicaja de Emilio Pérez Pizarro (sí el del «agarrón casual no intencionado») de Brandon Davies a Tim Abromaitis.
Me pongo a pensar quién es el que tiene que sacar pecho buscando el respeto de los estamentos superiores, y defender el estatus que quiera mantener el club de Los Guindos y como mucho me aparece el gerente Francisco Sáez, hombre con una trayectoria dilatada en el deporte, pero no en el baloncesto, y aunque seguro que su labor administrativa la realiza a satisfacción de quien lo contrató, ser la cara visible de un club que pretende estar arriba (o eso al menos nos venden) requiere otras cosas.
Al final, como ya ha ocurrido otras veces tan cruciales como ese momento en que la Euroliga despojó de la Licencia A al Unicaja, tiene que aparecer la figura del entrenador, en su día fue Joan Plaza quién dando un paso adelante que no le correspondía, verbalizó todo el enfado que se tenía, y ahora es Fotis Katsikaris el que aparece como único defensor de algo tan obvio que me enoja que tenga que hacerlo el de Korydallos: reclamar el respeto que el Unicaja merece.
En mi opinión, el entrenador nunca tiene que figurar como la cara del club porque es el empleado que tiene mayor volatilidad, pese a ver ejemplos de egos superlativos que quieren trascender por encima del club como Guardiola o Mourinho (cuyo tipo de personalidad espero se mantenga muy lejos del básket), eso es algo de lo que huir como alma que lleva el diablo. No obstante me imagino yo a cualquiera de los entrenadores verdes pensando, «reclamo respeto yo o no lo hace nadie». No me parece lo más adecuado, pero aquí seguimos, viendo la vida y el tiempo pasar. Claro que hay cosas más importantes, pero creo que tampoco es lo adecuado a la hora de gestionar esta situación, y mucho menos, encarar todo lo que viene por delante, porque no sé si alguien ha caído en que la temporada acabará, pero los que hoy defienden y los que desdeñan al club pasarán y somos muchos los que seguiremos viviendo el baloncesto en Málaga porque nos duele y nos importa.