Nuestro Unicaja sufrió la semana pasada un golpe casi definitivo para el balance de la temporada 2018/2019, fruto de lo cual, los peores temores y los malos presagios que se pudieron tener en un horizonte más o menos cercanos se verbalizaron.
La derrota en Valencia ha traído las consecuencias máximas que este Club Baloncesto Málaga concede: charla del Director Deportivo con la plantilla, ninguna declaración oficial tras el batacazo y rumores sobre el clima de cabreo que se vive en la zona noble del club de Los Guindos. Más allá de eso y la posibilidad del cambio de algún jugador no hay mucho más que ver. No es que me parezca pobre, es que aunque sea lo habitual, no lo considero normal.
De momento el primer problema que había que afrontar era el partido del San Pablo Burgos, complicado sobre todo por el problema que planteaba Unicaja a día de hoy, en el que cualquier rival, fuera el Fenerbahçe o el peor de la liga parecía peligrosísimo, sobre todo por la fragilidad mental mostrada, y no se trata de un momento puntual, se trata de algo visto a lo largo de la temporada, que el entrenador fije como un objetivo a conseguir ser sólidos en el juego es algo que deja claro la fiabilidad de este grupo.
Del partido del domingo, varias cosas a tener en cuenta, estar en casa al Unicaja le viene como anillo al dedo, el valor del llamado “factor Carpena” está ahí y no tiene mucha discusión, conseguir 14 triples, mejora la media de casi 11 que conseguía (10,8 por partido) y como dato poco habitual, el tema reboteador, en el equipo de Luis Casimiro promediaba 32,5 rebotes por partido, el domingo capturó 41, en ataque superaba por poco los 9, y sólo en el primer tiempo llegó a 11, acabando el partido con 16.
Valgan estos datos como detalles para poder explicar la victoria, cada uno seguro que tuvo su particular crónica en la cabeza, pero lo poco que queda de temporada para el equipo malagueño hay que afrontarlo de la mejor manera posible, de entrada, consiguiendo la victoria en Madrid, frente a un Estudiantes que se acerca al precipicio del descenso con paso firme, y que es capaz de lo mejor (pocas veces) y de lo peor (la mayoría), a favor del Unicaja, la ausencias de Alessandro Gentile y Darío Brizuela y el ansia de un equipo con demasiadas dudas, en su contra, la misma configuración del equipo, el cual tiene que resolver de inmediato la ineficacia para ganar lejos de Málaga, algo que no ocurre desde diciembre y que tiene hasta que llegue el playoff, tres de los cinco encuentros que quedan, y además no hay que dejar de pensar que las eliminatorias se van a afrontar con el factor cancha en contra.
Como se ha dicho hace poco, mucha gente se juega algo en este Unicaja, más allá de tener o no contrato para el año que viene, el juicio al que se someten tanto entrenador como jugadores está ahí, no se entenderían que algunas piezas continuaran otra temporada, sobre todo si el discurso sobre aspiraciones no se rebaja, el final de temporada, aún con la constatación de no haber conseguido ninguno de los objetivos, tiene que ser medianamente decoroso, porque la necesidad de acabar de manera brillante está ahí, demandada por más gente de lo que parece y por mucho que el silencio oficial siga instalado de manera permanente. Pero mientras tanto, nos tenemos que quedar con la versión del entrenador, el cual, según expresó, sólo tiene a la vista el próximo partido, con lo cual, poco se puede aventurar.
Aun habiendo tenido momentos de diversión, que la tarea de enderezar el rumbo y de cerrar la temporada con buena cara esté en manos del mismo grupo que ha dejado notas tan oscuras en su rendimiento, hace que como poco, desde fuera se vea todo con escepticismo, porque la duda es lo mínimo que merecen.