Ahora que toca la vuelta tras las vacaciones da para pensar lo que el baloncesto actual obliga a la hora de planificar y de empezar a trabajar con una plantilla. Más allá de la época prehistórica, antes de empezar las competiciones oficiales, los entrenadores disponían de un periodo de tiempo de entre seis u ocho semanas que servía para empezar a meter trabajo con la plantilla, intentar integrar lo antes posibles a los nuevos e imprimir el sello necesario para el curso que se acerca.
Ahora eso es una entelequia. Gracias a los que mandan, se empieza casi con todas las piezas y en un momentito, diez días con menos de la mitad, pero no en todos los equipos. Porque las ausencias son discrecionales. Así pues, a la selección no van los mejores; aquí, la palabra «depende» tiene una carga mucho más grave de lo que parece.
El tema de las ventanas FIBA va tomando tintes de ser insoportable. Ni la razón inicial para convocarlas (los aficionados quieren más partidos de las selecciones con las estrellas) esgrimida por Patrick Baumann, ni el desarrollo de las mismas (con todas las ausencias del mundo) justifican el mal que causan, porque verbalizan la inmensidad de guerras que vive nuestro deporte y terminan perjudicando al de siempre: el aficionado.
A causa de todo esto, el trabajo de pretemporada se queda en menos. Tras perder cuatro de los cinco partidos disputados, el Unicaja de Luis Casimiro tiene que encarar una nueva pretemporada para dar cabida otra vez a los internacionales que vuelven de estar con sus selecciones. Mientras tanto, a menos de dos semanas de empezar la liga, hay muchas dudas.
No hay que mencionar el partido del pasado sábado, porque pocas conclusiones se pueden sacar del Torneo Costa del Sol que, por otro lado merece más suerte. Sobre los siete chicos que formaron parte del equipo ante las ausencias (Muñoz, Rodríguez, Scariolo, Stilma, Tamba, Maciel y Godspower), creo que poco más allá de agradecerles el apoyo que su trabajo ha significado para el primer equipo, aunque casi todo lo malo que nos llevamos de los encuentros ante Olympiacos y Real Madrid ha sido lo que han transmitido los jugadores de la primera plantilla, que sí tenían que mostrar mayor implicación e intensidad rodeados de chavales que tuvieron una gran alegría esta pasada semana y que lo mismo no vuelven a verse defendiendo la camiseta del primer equipo en lo que les resta de carrera.
No se me ha olvidado que de los diecisiete jugadores que tiene el Real Madrid esta temporada, los cinco ausentes (Campazzo, Yusta, Deck, Randolph y Ayón) podrían ser titulares en la ACB sin muchos problemas, y que los doce que aparecieron son plantilla de Final a Cuatro, pero se esperaba más de Carlos Suárez, Dani Díez y Viny Okouo, sobre todo de éste último. A ninguno se nos escapa que el principal motivo para que el congoleño siga en Málaga es su último año de contrato y su negativa a renovar para salir cedido. De ahí, que la competencia que tendrá en la pintura con Mathias Lessort y Giorgi Shermadini le va a poner difícil tener minutos en exceso.
En el caso de Viny, hay muchas cosas mal hechas en estos últimos años. Cuando se le subió al primer equipo tras completar varios partidos a buen nivel en el añorado Clínicas Rincón en LEB Plata, el rendimiento del jugador empezó a declinar. Al año siguiente tendría que haber salido cedido a otro club, y no tener esa relación con el banquillo que no le ayuda. Tengo muy claro que no hay inocentes al cien por cien. Incluso ahora, cuando el club este verano le hace la oferta de renovación y, ante la negativa del jugador, le niega la cesión, no hace sino preservar sus intereses, algo totalmente lícito. Por eso me extraña no ver mayor ambición y contundencia ante la importancia que tiene este año en el jugador canterano.
Me gustaría decir que no pasa nada, pero lo cierto es que no creo que se pueda desperdiciar un momento de preparación ni de entrenamiento en toda la temporada, y aunque se puede ser todo lo tremendista que se quiera, queda tiempo para conseguir el objetivo fijado.
Dudas en el arranque.
18
Sep