Soluciones.

Esta temporada, la distribución del calendario, hace que una semana con un solo partido haga parecer que hay demasiado tiempo entre cada uno de los encuentros, y pensar lo que se le viene encima al Unicaja, este mes de diciembre puede parecer un agobio de los importantes, pero no encuentro mucha diferencia entre diez partidos en diciembre u ocho en noviembre.
De estos últimos, el resumen no puede ser bueno, al menos numéricamente hablando, dos triunfos, ante Anadolu Efes y Estrella Roja, y más de un desencanto de los inesperados, o al menos de los que sobre el papel no se deberían permitir, perder en tres cuartas partes de las citas no parece la mejor receta para buscar la estabilidad en un curso realmente complicado.
En diciembre, las citas ante Panathinaikos y Joventut, aunque hayan tenido resultados dispares, con derrota en Atenas y victoria en Málaga, queremos ver una cara mejor en el grupo que entrena Joan Plaza, lo ofrecido en la Sala OAKA durante poco más de tres periodos del encuentro no fue malo, y el partido del Martín Carpena cerró una racha de media docena de derrotas encadenadas, a pesar de todo, y sin querer ir por una senda negativa, la imagen no me termina de convencer, sobre todo porque mentalmente veo algo detrás de cada partido. Ir a Grecia implicaba no tener nada que perder y mucho que ganar, frente a uno de los equipos más sólidos en casa, la presión del Unicaja podía ir por la necesidad de cortar la racha de derrotas, pero una buena cara, aún sin vencer podría servir –como así ha sido-, pero con una situación a la inversa en casa, en la otra competición, y ante otro histórico, pero que, a día de hoy, sólo se parece en nombre y en colores al que optaba a casi todo en el continente, era necesario ofrecer algo más que una victoria y buena cara, mucho más con esa “espada de Damocles” en la que se ha convertido la clasificación para la Copa del Rey. Lo cierto es que vamos a conformarnos con el triunfo, pero que hace falta una sensible mejora es algo palpable.
Aunque la mejora en piezas más o menos concretas en las últimas ocasiones como puede haberse visto en los casos de Giorgi Shermadini, Dejan Milosavljevic o Alberto Díaz, sigue habiendo muchos tonos grises en las actuaciones de gente como Ray McCallum o Jeff Brooks, y no anda uno descubriendo nada, pero tengo la sensación que, si no llega a existir esa diferencia tan brutal entre según qué equipos en la competición española, nos hubiéramos puesto otra vez a tener dudas del rendimiento del equipo, porque la capacidad de sorpresa entre un grupo de conjuntos de la ACB pasa por hacerse fuerte en su propio terreno. Que pueda verse a un club de la parte inferior de la tabla “asaltando” la cancha de uno de los de la parte alta se puede ver cada vez de manera menos habitual, pueden tener talento, o estar mejor o peor entrenados, pero a día de hoy, esperar que se altere el statu quo conocido en base al crecimiento de los equipos “pobres” de la ACB lo entiendo poco probable.
Por todo lo expuesto, entiendo que la duda sobre el rendimiento de los chicos de Joan Plaza siga existiendo, aunque pueda entender que la intensidad que se ponga en la cancha no sea la misma ante Panathinaikos que ante Joventut, los catalanes no pueden estar tan cercanos en el marcador, sobre todo, porque tenían ausencias importantes (Patrick Richard), el rendimiento no fue especialmente brillante en según qué piezas, y la comparación de la situación actual de uno y otro club en cuanto a presupuesto, aspiraciones y miembros de los planteles, tanto en jugadores como en entrenadores no aguanta el mínimo análisis.
Quizá esperaba algo más, aún teniendo claro que una cosa es lo que se pone sobre el papel y otra lo que luego se puede ver desarrollado, pero a día de hoy, el equipo tendría que estar mucho más solidificado y generando menos dudas, pero la dificultad está ahí, y la necesidad de llegar al punto de evolución que seguro esperaban desde el cuerpo técnico, es imprescindible que llegue cuanto antes, simplemente porque los contrarios esperan que no se alcance.