Este fin de semana, con la Supercopa ACB se ha dado inicio a la temporada 2017/2018. A día de hoy, nuestro Unicaja está en «modo final de pretemporada». Está claro que diferente si hubiera vencido en el torneo de Las Palmas. Este fin de semana se inicia la Liga y posteriormente vendrá la Euroliga. Una temporada con una exigencia de nivel máximo y que puede volverse tremendamente cruel si no se da la talla a todos los niveles, pero hasta llegar a esto, hay muchos más intervinientes y condicionantes. Más de una vez se ha hablado de prueba para todos los estamentos del club de Los Guindos al completo. Desde la parte más alta de la cúpula, hasta la masa social que arrope en los encuentros. Se analiza el equipo, la destreza mayor o menor de los dirigentes para conseguir tal o cual fichaje, lo hábil que puede ser el entrenador a la hora de gestionar la plantilla… Vamos más allá, opinamos sobre si la planificación de los viajes es la adecuada, los horarios, etc. Al margen del análisis suele quedarse la afición. Es algo a lo que se recurre en momentos de crisis, de angustia, algo a lo que se acude cuando parece que todo lo «entrenable» o «fichable» ha cubierto el recorrido máximo que puede dar.
Todo esto está bien, pero mirando al otro club poderoso de la ciudad, el Málaga CF que tantos desvelos suele suscitar, el fenómeno «afición» toma otro cariz. La afición del baloncesto en nuestra ciudad creció de forma brutal coincidiendo con la primera final ACB que se jugó, en mayo de 1995, juntándose con un factor nada desdeñable: el CD Málaga había desaparecido y su heredero sufría una travesía por el desierto de Tercera y Segunda División B. La afición malaguista menguó de forma contundente (doy fe de ello, en La Rosaleda éramos tan pocos que Basti, Servia, Ayala y compañía casi nos saludaban uno a uno cuando marcaban al Juventud de Torremolinos o al Atlético Estación); y mientras que al caballo ganador del baloncesto hubo una catarata de adhesiones, el fútbol tuvo que ir recuperando a la gente poco a poco. Ahora, y aunque el equipo del señalado –por deméritos propios- jeque Al Thani está muy lejos de ser una asiduo de jugar en Europa, el orgullo de la afición y la masa social no sólo es más estable, sino que aumenta y es uno de los valores más sólidos de los del Paseo de Martiricos, incluso antes de ese orgasmo de sentimientos que fue el primer punto conseguido este año frente al Athletic el sábado.
En el bando del baloncesto se nos llena la boca refiriéndonos como la «mejor afición de Europa». Desde dentro del club se han vivido días de halagos continuos coincidiendo con la mejor época deportiva (lejana en el tiempo ya), en los que los llenos –forzados desde dentro o reales- eran una constante, pero con la rebaja de estatus no sólo ha menguado la cantidad de asistentes, sino que entre masa social y dirigentes ha habido reproches mutuos. La línea que de momento, no ha cruzado el propietario catarí del equipo de fútbol, ahí sólo hay reclamaciones hacia el dueño, no al revés. Con un presupuesto entre los cinco primeros de la liga española, no me atrevo a señalar como más exigentes los objetivos del Unicaja con respecto al Málaga CF. Simplemente están a otro nivel, y la afición cajista, demandante de una vuelta a la época dorada, se encuentra ahora ante una prueba dura y complicada: ver si está a la altura de la nueva realidad de las competiciones que tiene que afrontar el equipo, algo que nunca ha vivido porque la situación de la nueva Euroliga no tiene nada que ver con la que disputó tantos años seguidos. La afición ha sido pilar básico en muchos momentos, pero su aportación va a ser necesaria esta temporada. No sólo cuando llegue en playoff el Madrid o el Barça. Creer válida una entrada de 5.000 ó 6.000 espectadores un jueves por la noche frente a Fenerbahçe, Panathinaikos o Maccabi es darle una ventaja más a unos rivales con más nombre, más presupuesto, mayor estatus y mejores jugadores sobre el papel. Así que, o hay una verdadera conciencia de lo importante que es la aportación del público o la vuelta a la Euroliga será más corta de lo que todos queremos.
Los disgustos que nos ha dado a los aficionados el fútbol no tienen nada que ver con los del baloncesto, pero si tengo en cuenta lo conseguido por los chicos de la canasta, me resisto a pensar que aquellos que dicen ser seguidores cajistas no estén nerviosos y ansiosos de vibrar animando a su equipo para intentarlo todo en España y enfrentarse a los mejores de Europa. El trabajo de la afición es imprescindible para el éxito, y lo mejor para ello es que crezca y dé lo mejor de sí, porque tanto la aportación de los nuevos como los valores de los veteranos habituales son necesarios.
La vuelta a lo más alto.
26
Sep