Lo del encuentro del viernes fue muy grande, y lo mejor es que no tiene por qué ser definitivo. Con el segundo partido ante el Lokomotiv Kuban, creo que hubo mucha gente que se reconcilió con otros tantos peros que se le habían puesto al baloncesto, a la Eurocup, al Unicaja, al entrenador o a los jugadores. No sé si el final de esta temporada va a traer un nuevo título o no. Reconozco que estaría muy bien por muchos motivos, más allá de lo inmediato que es el premio de jugar la Euroliga, porque el club no anda sobrado de galardones. Abrigo íntimamente –y espero que no ilusoriamente- que haya un estandarte más en el techo del Palacio de los Deportes y junto al de la Copa Korac, la Copa del Rey, la Liga ACB, la Final a Cuatro y la afición, se una el del título de la segunda competición europea de este año. Y sobre todo que se vean, porque somos muy pocos para andar a la gresca.
El título de esta columna está cargado de intención, sobre todo porque lo creo firmemente, porque es algo que nos alcanza a todos: nos debemos una alegría. Recordando las declaraciones del capitán Carlos Suárez a Emilio Guerrero en la Cadena Cope, esa gráfica frase de «hemos comido mucha mierda» es toda una declaración de intenciones, donde el alero madrileño deja bien claro que esto iba por el cauce que nadie quería y algo bueno merece que pase.
Creo que esta plantilla merece algo mejor que lo que ha mostrado tanto tiempo esta temporada. El entrenador, que ha comprobado de qué pasta estamos hechos los malagueños, que pasamos del infierno a Disneylandia con una facilidad pasmosa; y él, que había inaugurado la moda de entrenador ovacionado en las presentaciones de partido (algo novedoso), pasaba a supervillano en un periodo de tiempo mínimo. Y no creo que Joan Plaza fuera tan bueno, ni tan malo. Tengo mis dudas sobre si merecía los aplausos, pero tengo muy claro que no merece los pitos, tal vez la equivocación está donde siempre, señalar un único responsable de los actos del grupo.
La afición se merece algo bueno ya, puede que sea porque sigo viéndome en la grada, igual que hace casi cuarenta años, intentando disfrutar de lo más básico de este deporte, más que nada porque eso de fingir sentimientos nunca se me ha dado bien y entiendo el baloncesto como algo pasional en todo su concepto. Tengo mis dudas si es todo extensible a 10.000 personas o me quedo en los seis mil y pocos que habitualmente nos citamos en la cancha cajista, pero tras acostumbrarse a tanto bueno que se tuvo aquí en la época dorada, esta situación negativa tan extendida va sobrando, y el momento es ahora para el desquite.
Por mi parte, tengo que decir que en el tiempo que llevo relacionado con los medios actuales (desde 2000 con la Cadena Cope y desde 2010 con La Opinión de Málaga), estoy esperando esta oportunidad. Anteriormente sí pude estar presente en la consecución del título de Liga ACB o en la Final a Cuatro de Atenas, cosa por las que siempre estaré agradecido a Ale Sandino, Antonio Campos o el recordado Paco Rengel (dep), pero me hace falta poder contar en la Cope o escribir en La Opinión que el Unicaja consigue volver a la Euroliga por la puerta grande, siendo campeón de la Eurocup. Es algo que creo que es merecido para mucha gente, y conseguirlo ahora, en un tiempo que tiene pocos momentos alegres, sería una muy buena noticia para enderezar un rumbo errático desde hace mucho.
Más tarde, ya puede discutirse si el entrenador es el adecuado para acabar su contrato o es conveniente que no siga, si realmente el club estaría preparado para poder jugar la Euroliga con garantías y no como castigo o si las aspiraciones reales coinciden con las que nos vendan de puertas para fuera, pero creo firmemente que sí, que nos debemos una alegría, una final y un título, porque es demasiado tiempo quedándonos con las ganas, y como que ya no tenemos edad para eso.
Nos debemos una.
21
Mar