El tejido productivo de Málaga está casi reducido a la hostelería, este fin de semana, entre el Málaga CF y el Unicaja le han hecho un flaco favor, si entendemos el fin de semana desde el viernes por la tarde, nuestro equipo de baloncesto ha ayudado a la penuria de festejos por partida doble.
Los partidos en Bamberg y Andorra, que han de añadirse al de Sevilla del pasado domingo, pueden dejar mensajes como consecuencia de las derrotas cosechadas, aunque sería mejor ver las causas de ellas.
Tengo en la cabeza que el equipo sale derrotado porque el nivel de compromiso y de dureza mental que exhibió el grupo de la temporada pasada no tiene comparación con el que ahora viste la camiseta verde. Me paro a pensar y entiendo que estamos en un punto del calendario demasiado prematuro para evaluar a la plantilla de la temporada actual y la de la anterior, pero aunque numéricamente hay buenos momentos, las sensaciones, más que ideales, invitan a la duda. La cercanía del peligro para la clasificación de la Copa del Rey de La Coruña y la cascada de intranquilidad vertida sobre el club y lo que le rodea a causa de los cambios emanados de la reunión que mantuvo la Euroliga y los equipos con Licencia A, provoca que haya que estar en guardia ante la necesidad de mejoría inminente.
¿Está claro quien ha de asumir las responsabilidades? Hace tiempo, incluso antes de llegar Joan Plaza y tomar el mando de casi todo, que aquí no hay un líder reconocido, la fuerza de este equipo está en el grupo, y hasta que tenga la cohesión y la dureza mental que requieren todos los objetivos a los que se quiere aspirar, necesita quitarse ya esta maldita costumbre de competir once o doce minutos de partido y sestear el resto, mientras se observa cómo el contrario arranca la victoria a base de desearla más y de forma constante desde el salto inicial.
Si fuera tan simple como pensar que los nuevos son los responsables, sería muy fácil erradicar el problema, pero no se ciñe esto a la bisoñez a la hora de entender qué se pretende de los que están debutando con la camiseta verde, hace falta también que los que ya estaban sirvan de anclaje a las novedades y que el proceso de asimilación de las enseñanzas del entrenador se acelere.
Junto a todo lo que está viéndose en la cancha, lo que gira alrededor de la situación deportiva seguro que incide en el rendimiento, hemos visto en las últimas comparecencias de Joan Plaza en ruedas de prensa (al margen de las que se producen tras los partidos) en las que nos hemos encontrado a un entrenador reivindicativo, señalando ocasionalmente a la plantilla, a la afición, a la organización, las gestión de los viajes y ha sido la única voz del club en el asunto Euroliga hasta la publicación el pasado viernes (diez días después del emitido por la organización en su web) por parte de Unicaja de un comunicado sobre la expulsión de la competición a partir del año próximo. Sobre los argumentos del mismo y la tardanza o no en su publicación ya hablé antes de su publicación oficial, sobre lo que piensan fuera de Málaga, me remito a la web encestando.es, lo cierto es que la forma de manejo de esta crisis extradeportiva antes de ir encadenando derrotas ha descubierto una figura muy conocida en Málaga, la del entrenador descontento en múltiples frentes.
Está claro que gustaba más el Plaza que repetía la frase de “no valen excusas” (y sigue haciéndolo), y sobre todo gustaría más que no fuera la única voz del club en tiempos de crisis, porque estoy seguro que desde los medios se ha requerido a diversos estamentos directivos para oír lo que se transmitía desde dentro sobre los acontecimientos que tienen incidencias directas y todas nefastas, sobre toda la institución, pero que el único que hable sobre ello sea el entrenador me parece un error, sobre todo porque el único que seguro que tiene su futuro fuera del Unicaja–y no porque lo diga Jordi Bertomeu con el “cariño” habitual- es el entrenador, basta una racha de resultados adversos, un agotamiento de la idea, o una diferencia de criterio con la directiva y se pasa a la lista de ilustres y queridos entrenadores que ocuparon el banquillo del Martín Carpena, porque éxitos, triunfos, sintonía y cariño tuvieron por ejemplo Bozidar Maljkovic o Sergio Scariolo, y terminaron marchando.