El pasado sábado, Dani Romero dejó perfectamente claro en estas páginas que redoblar los esfuerzos era algo que el equipo pagaba, desde el gran conocimiento del juego y la experiencia que goza uno de los nombres capitales de la historia del Unicaja. El que fuera capitán del equipo dejó claro que ni la situación va a mejorar con el paso natural del tiempo, ni los rivales serán más compasivos porque los chicos de Joan Plaza atraviesen baches más o menos lógicos. La situación del equipo actualmente, recién cerrada una circunstancia como es el liderato al finalizar la primera vuelta (algo que para nada puede resultar definitivo), aunque pueda ser casual, es algo que ha de servir para que nos congratulemos todos. Yo –que me encuentro en el grupo al que se refería el entrenador– estoy entre aquellos que amamos al club, me doy por muy contento con poder disfrutar de lo que llevamos visto.
La temporada del Unicaja actual, arriba del todo en la ACB y sufriendo una racha demasiado prolongada de derrotas en Euroliga que puede costarle demasiado caro a medida que avance el curso, me recuerda vagamente al equipo que debutó en la Euroliga, que se quedó en puertas de pasar a la segunda fase y que pagó un peaje muy caro, llegando sin fuerzas al final en los momentos importantes.
Queda claro que nada es igual. Ni el club tiene el mismo estatus, ni entrenador ni plantilla son los mismos. Lo que sí tengo claro es que o se cambia radicalmente el rumbo en cuanto a resultados en Euroliga o el trayecto hasta el 10 de abril, fecha del último partido del Top 16 ante el Laboral Kutxa Baskonia, puede ser un castigo muy largo para el plantel y la temporada a desarrollar.
Es algo cruel, no se me ocurre otro calificativo, pero es lo que tiene querer estar la parte de arriba: hay que competir contra los mejores. Y tal y como está la temporada, o todos rinden al máximo de lo que la planificación marque, intentando minimizar los bajones que vengan, o el peaje a pagar tendrá un coste inasumible.
Si la solución pasa por poder encontrar un momento de descanso para que la plantilla pueda oxigenarse y recuperar el pico de forma que la competición requiere, se me antoja complicado. Apelar a la clemencia en la Euroliga no va a dar resultado, y requerir mayor dureza en la situación que muestra el equipo, que es la de ausencia de recursos físicos en los momentos que hay problemas planteados por los contrarios, es difícil que pueda llegar.
Sin tiempo para disfrutar del anecdótico momento de forma en ACB, y dejando muy de lado los primeros comentarios sobre el rival de la eliminatoria copera (no estaría mal que tanto Unicaja como Málaga CF llegaran como poco a semifinales coperas eliminando al Bilbao Básket y al Athletic), ya toca afrontar el desafío que significa intentar romper el récord de imbatibilidad del CSKA, porque más allá de lo bonito que estaría vencer en Moscú, la posible angustia apremia. Puede resultar el empujón necesario para cuajar el partido definitivo o hacer aflorar la angustia inconveniente ante la necesidad de una victoria en el Top 16. Vale que venciendo o cayendo en Rusia nada queda cerrado, pero si este equipo tiene de lo cotidiano esta exigencia permanente, la imperiosa necesidad de victorias puede resultar asfixiante, al menos en Europa.
No sé si compaginar ambos campos es contraproducente para un club de este estilo, que no está en el selecto grupo de los acorazados europeos que siempre están arriba y que casi siempre son los mismos: Real Madrid, FC Barcelona, Panathinaikos, Olympiacos, CSKA o Maccabi (¿cuántas copas de Europa suman entre los equipos mencionados?). Querer estar siempre ahí arriba termina desgastando, aunque sea algo tan bonito que el peaje que exige a veces no se valore y pase inadvertido para muchos.
Espero que el equipo plasme la pelea, el trabajo y la lucha que desarrolla con victorias en Euroliga, sobre todo para darle valor a un objetivo que ha de ser irrenunciable si se quiere crecer y ser ambicioso: estar entre los mejores. Aunque ello signifique tener que pagar por la crueldad de la belleza que supone abandonar el gusto que imprime estar arriba en ACB de forma inmediata. Porque es imprescindible luchar con todo para seguir entre la élite continental.