Ahora que se van agotando poco a poco las jornadas que restan de la Liga ACB en su fase regular, los dos objetivos que en teoría tendrían que ir apareciendo van dejando claro cuáles serán los equipos que estarán en la cabeza y en la cola de la tabla clasificatoria.
Una de las cuestiones ya está resuelta: los dos equipos descendidos a LEB Oro son el CB. Valladolid y La Bruixa d’Or Manresa, los catalanes repiten fracaso y los castellanos toman el lugar del Gipuzkoa Básket con respecto al año pasado. Alguien dirá -con toda la razón- que no tiene importancia alguna, porque al final el tema de los condicionantes no deportivos pueden más que todo lo conseguido en la canchas. De hecho, aunque el Ríver Andorra ya ha ascendido, los otros dos equipos que disputan la otra plaza de ascenso (Quesos Cerrato Palencia y Ford Burgos) a día de hoy no cubren los requisitos mínimos que les darían la plaza en la primera categoría.
La pertinaz repetición en hacer “de facto” la Liga ACB una competición cerrada -aunque ahora se dé como bueno el ascenso del equipo pirenaico-, provoca que la permanencia de los 18 equipos que forman la cúpula de la pirámide de nuestro deporte, pudiera interpretarse como una presunta estabilidad que ayudase a capear la crisis que tenemos en todos los aspectos de nuestra vida.
La realidad es otra, revisando los partidos en casa del Unicaja, la asistencia al Palacio de los Deportes deprime y mucho, analizando el rendimiento deportivo del equipo, la excusa del sábado 10 (es que toca la “Noche en Blanco” y hace muy buen tiempo) refuerza pensar que Ciudad Jardín aparte de mítico y hogareño también era suficiente. Junto con los partidos de Málaga, los últimos disputados (Valladolid, por ejemplo) me hace tomar en consideración una idea que me rondaba últimamente: sobran equipos.
O dicho de otra forma: no hay jugadores que den el nivel mínimo de la competición que fue la ACB y que en teoría querría volver a ser. ¿Motivos que refuercen la teoría? Que cada uno tome los suyos. Que si la cantera, que si la crisis, que si la competición, que si están al final los de siempre, en fin. Otro amplio repertorio de excusas que podrían añadirse a las que ponemos a desfilar cuando pensamos en la continua deserción de los aficionados de las gradas, y no sólo en Málaga, observar como equipos que pueden pelear por el playoff como Cajasol o Joventut juegan los partidos en un ambiente “hogareño” son motivos que no hacen sino refrendar algo que es palpable: la crisis de la ACB no se queda en los problemas de la dirección ejecutiva.
El producto está agotado, las bases que hicieron grandes a la ACB, y por ende al baloncesto español están a distancia sideral de donde se colocó en su momento. Lo que antes era la envidia de otros deportes: tener a FC. Barcelona y Real Madrid como locomotoras para impulsar al nuestro, se ha convertido en una tiranía que presupuestariamente los coloca a años luz de cualquiera de sus competidores sin importar que las reglas vigentes para unos en cuanto a contención de gastos resulten perfectamente eludibles para otros. La igualdad que daba lugar a sorpresas, a un nivel medio más que alto y a una competitividad que apasionaba está demasiado lejana.
Más allá de los ajados y repetidos enfrentamientos Real Madrid-FC. Barcelona, lo que hay son diferencias abisales. En un fiel volcado de datos que refleja la realidad de nuestra sociedad, la clase media está prácticamente desaparecida, o por lo menos mucho más lejos de los grandes que reinan en solitario, salvo muy honrosas excepciones, que además no tienen la continuidad necesaria, esperar que haya rivales capacitados para plantar cara a los equipos futboleros es de ilusos.
La pérdida de poder y estatus de las escuadras que podían ser alternativas, por las circunstancias particulares de cada uno, la competencia interna (FEB, Euroliga, NBA) y externa (cualquier otro deporte o espectáculo) y una ínfima capacidad para generar recursos sostenibles más que demostrada, hacen que redefinir el modelo se antoje poco menos que imprescindible.
Una ACB sólida y competitiva, con equipos como Unicaja, Baskonia, Valencia, Joventut, Estudiantes o Bilbao que planten cara a los grandes hoy en día es casi de ciencia ficción. La dimensión real de la competición española lleva de forma ineludible dejar en menos equipos los que estén arriba, no se trata de que sólo haya unos pocos en la cima de la pirámide, sino que aquellos que estén arriba no se despeñen del vértigo que conlleva mirar hacia abajo.
PD: Ya que he hablado de la grandeza de la competición y de la historia, no puedo dejar de pasar el partido número mil de Aíto García Reneses en esta competición, aunque su paso por Málaga no fue el que nadie (ni siquiera él mismo quería), hay que reconocer la importancia del madrileño en nuestro deporte, aunque aquí fuera como tantos: otro que no rindió como queríamos, aunque él no tuvo toda la culpa.