Estos días se aprovechan para descansar, algunos con suerte emplean las merecidas vacaciones en pasarlo bien, disfrutar con algún cambio de aires y hacer cosas que le gusten.
El tema de vacaciones no impera para nuestro deporte. Sólo en el caso de los chicos del Clínicas Rincón, con su derrota en el playoff se puede hablar de fin de temporada, eso sí, por todo lo alto.
Los de Manolo Rincón, han completado un año por el que sólo cabe recibir aplausos, parabienes y felicitaciones. Con el armazón del equipo que peleó el ascenso desde LEB Plata, Paco Aurioles como Director General y Francis Tomé como entrenador mantuvieron a jugadores que dejaban de pertenecer a Unicaja contractualmente como Pozas, Conde, Nguirane, Fall o Sabonis. Las piezas que iban a formar parte del proyecto inicial del Club Baloncesto Málaga en EBA como Gutiérrez o Ruíz, junto con otras que encaraban una época crucial en su formación caso de Todorovic, Díaz o Soulade, y que no iban a jugar en la cuarta categoría nacional, encontraban en Carranque una posibilidad de compartir las clases magistrales del recuperado Guillén.
El año ha sido realmente digno de elogio. Visto desde fuera, parece que el presidente-propietario lo había diseñado: ha clasificado al equipo para el playoff, no ha pasado apuros en ningún momento, los miembros de su equipo han sido parte habitual en los entrenamientos del primer equipo -imprescindibles en la pretemporada de Joan Plaza- y ha “colocado” a Pozas, Díaz y Guillén en ACB, ninguno de comparsa en su equipo de destino. Además, las noches de los viernes han sido momentos cruciales para hacer crecer la reconciliación de muchos malagueños con el baloncesto.
Desde aquí sólo cabe pedir que a Manolo Rincón le quede la paciencia suficiente para soportar la parte que le corresponda del proyecto, y mantenga el entusiasmo, el empuje y la no injerencia en el trabajo de los técnicos, algo que no está lo suficientemente bien valorado ni imitado.
El Clínicas Rincón cierra su temporada en Semana Santa y gran parte de la cantera malagueña aprovecha estos días para seguir trabajando, en gran medida lejos de nuestra ciudad. Los infantiles del Unicaja han estado divididos estos días, con cinco jugadores (Andrés Bonet, Uriel Carrillo, Pablo Fernández, Miguel Moreta y Golden Dike) representando a Andalucía, siendo finalistas del Campeonato de España de Selecciones Autonómicas en Zaragoza, y el resto del equipo (Paco Montiel, Gonzalo Hernández, Rafael García, Jorge Bonilla, Luis Sánchez, Ignacio Cervilla, Pedro López, Miguel Cáceres, Ricardo Rodríguez y Karim Johnson) quedando brillantemente campeones del II Torneo Oasis del Mediterráneo de Elche derrotando a Canoe, UCAM Murcia, Lucéntum y Estudiantes.
Por mucho que uno goce con este deporte, no acierto a ver dónde está el límite de exigencia para con los chavales, disfrutan con el juego, los compañeros, los viajes y los rivales. Pero a menos que uno esté cerca de este mundo no es consciente hasta donde llega el esfuerzo de los mismos, teniendo que cambiar los hábitos y las costumbres que son propias de chicos de su edad al estar dentro de una vorágine de cambios que mucha veces los arrolla. Ni siquiera los mejores, los de mayor talento tienen en su mano la llave maestra para acertar con el éxito.
Entrenamientos, partidos, concentraciones, torneos cada vez con mayor exigencia mientras más arriba están, con sus equipos, con las selecciones escatimándoles momentos de estudio o de ocio y que calendarizan su vida de una forma bastante ajena a chicos de su edad.
De manera indisoluble con la felicidad que significa formar parte los equipos que pelean por estar entre los mejores de su edad, el camino a recorrer es el más duro. Sea en el deporte que sea, y aunque con el tiempo recuerdo las vivencias de jugador y de todas, incluso en las derrotas tengo los mejores momentos, como padre pienso que la exigencia que se les aplica es tremenda, lo importante es que se sientan como personas y no caigan en el desánimo que puede suponerles verse como herramientas para el éxito de un tercero.
No me paro a pensar en lo que aportan los padres a todo esto, priorizando la actividad extraescolar (no deja de ser otra cosa) del chaval y sometiendo al resto de la vida familiar a los calendarios que se les imponen. Al fin y al cabo se trata de hacer siempre lo que entendemos como mejor para ellos, pero no puedo dejar de pensar en si no nos equivocaremos. Así que, ya que esto es algo que no deja de estar en nuestra naturaleza, sólo nos queda ser inflexibles en los estudios, colaboradores, cariñosos y demostrarles día tras día que siempre estaremos ahí, porque ellos son los que nos hacen felices con todo su entusiasmo, entrega y trabajo diario. Ah, y nosotros no los necesitamos para nuestro éxito personal, sólo queremos disfrutar con el suyo.