Como el fútbol lo contamina todo, pido prestadas unas declaraciones del entrenador del Atlético de Madrid, el cual, no sé si tomando precauciones caso de no ganar la Copa del Rey, hablaba de cierta injusticia porque decía que a su equipo se le iba a juzgar por el final de temporada que realizara, dejándose de lado todo lo bueno que pudiera haber hecho con anterioridad.
Para la temporada que desarrolla el Unicaja tal vez podría decirse lo contrario, o al menos eso es lo que se desea, eso de «bien está lo que bien acaba». Tras demasiados tropezones, lo que llevamos viendo en los últimos partidos es otra cara, simplemente con los dos últimos, con dos triunfos ante equipos de los señalados de postín, la actitud del equipo ha cambiado y parece que se encamina hacia donde todos queríamos.
Aunque me quedan ver muchas cosas de esta plantilla, y se nos repita que cada encuentro es una final (no deja de ser cierto por las pocas jornadas que van quedando), está reaccionando ante rivales que antes eran inalcanzables. Si bien se ha pasado página ya a dos competiciones, la evolución ha sido diferente. Tras la decepción y el fracaso que significó la ausencia otra vez de la Copa del Rey, la Euroliga y su Top 16 ha sido otra cara. Sin llevar a cabo una actuación de aplauso, se ha visto mejor cara en la competición continental y mucho más a medida que iba avanzando. Todo ello sin ser inmune a los patinazos frente a equipos menos poderosos, como podemos recordar de las derrotas ante Zalgiris que han dejado al equipo fuera de la pelea por los cruces previos a la Final a Cuatro. A pesar de ello, con un mínimo de regularidad, podría haberse peleado dignamente por el billete a Londres.
Curiosamente, el rendimiento del plantel viene siendo más satisfactorio cuando el entrenador no da oportunidades a todos los elementos. Hay momentos que desconciertan, como la ausencia de Urtasun frente al CSKA y lo 35 minutos que tuvo el fin de semana de Murcia (siguiente partido), pero no estamos en Minibásket o categorías pasarela, ésas que son inferiores a Cadete, en las que es obligatorio que un jugador dispute un cuarto completo entre los tres primeros. Hablamos de deporte profesional y nos daría igual si el CB Málaga actual tuviera jugadores como Fede Ramiro que disputó más de 40 minutos por partido en la temporada 1989/90, lo que nos importa es lo que pueda hacer el equipo y hasta dónde llegue, incluso traicionando con ello una planificación inicial que sobre la marcha se vea que no funciona.
El tema de rotar jugadores por sistema está muy arraigado, pero quedaría bien si hubiera una plantilla realmente profunda que lo permitiera. A día de hoy, mucho más en la cercanía de la parte complicada del año, ha de quedar más que claro cuáles son los jugadores importantes y cuáles los que tienen un rol secundario, o quizá, definir quiénes son y en qué faceta hay definidos especialistas que dan su verdadera y real valía cuando se limitan a ejercer en su parcela, no a disfrutar de minutos porque el reglamento lo obligue.
Ahora que el equipo juega bien, se aprovecha de los bajones de los rivales y es competitivo, la definición de los roles es capital para todo lo que resta.