Reconozco que me descoloca ver a este equipo. A pesar de todo, teniendo en cuenta que he conseguido ver al Málaga jugar la Champions y a la selección de fútbol ganar un Mundial, lo mismo recupera el Unicaja su regularidad y vuelve a estar en el sitio que le corresponde.
He mencionado la regularidad como si el equipo de Jasmin Repesa hubiera tenido periodos sin altibajos en su juego. Lo mismo pensando lo mencionado en el párrafo de inicio me ha dado un ataque de insensatez o triunfalismo, pero como viene siendo habitual en el equipo malagueño, los resultados lo ponen en su sitio. En un bucle interminable y que se repite, con derrotas ante equipos netamente inferiores. Algo que ha lastrado y ha garantizado la insatisfacción permanente en el entorno verde.
A pesar de la racha de victorias y el atisbo de recuperación, cualquier derrota, por justificada que esté (como la del día del CSKA) provoca demasiados daños, como dar por imposibles las opciones de la Euroliga, segunda competición que se cierra en negativo. Ni que decir tiene que cualquier derrota ante algún rival catalogado como «ganable» (como la del domingo ante UCAM), desata sombras muy profundas teniendo en cuenta que cada vez queda menos tiempo para arreglar los errores de este año.
Una lectura triunfalista seguro que lleva a pensar que al equipo le va a resultar fácil superar a los rivales que están por delante para acceder a la zona de play off, pero repetir el vistazo a la tabla clasificatoria enoja al pensar que el equipo no tiene asegurado jugar las eliminatorias para el título porque equipos netamente inferiores en presupuesto, plantilla, aspiraciones, estatus y organización están por delante.
Tras varios años en los que el CB Málaga ha dado más disgustos que alegrías, este año esperábamos mucho más. Pero lo peor no es no cubrir la expectativas, para mí, lo peor es que los contrarios no tienen la entidad suficiente, con lo que pienso que son más deméritos propios que aciertos ajenos.
A día de hoy, Gran Canaria, CAI y Obradoiro no pueden ser rivales para el Unicaja. Incluso los «temibles» Bilbao o Valencia son equipos que han de ser mirados a los ojos para la pelea por las posiciones de arriba. No he mencionado a los equipos futboleros ni al Baskonia que pese a estar pasando por una crisis de identidad, sigue ahí, donde están los que antes eran el enemigo natural. Ahora ellos parecen a una distancia sideral a pesar de haberse derrotado a catalanes y madrileños.
No se trata de recurrir a la nostalgia porque de recuerdos se malvive, pero no reconocer que las expectativas siguen estando mucho más altas es engañarse. Sé que hay posibilidades de hacerlo bien. Sería conveniente tener claro donde poner el listón innegociable de objetivos mínimos y cuando llegue el final, evaluar y tomar decisiones.