Cuando terminé mi artículo de la semana pasada, tenía en la cabeza escribir hoy sobre la afluencia de público a la cancha cajista. Tenía muy claro que, a pesar de que deportivamente el equipo da motivos para que todos nos alarmemos, la continua deserción de gente de la grada del hogar del Club Baloncesto Málaga ha de ser la principal preocupación.
Los artículos aquí publicados por Emilio Fernández («Preocupante falta de apoyo en las gradas») y Fali Guerra («Nuevo plan para rejuvenecer el Carpena») han arrojado mucha luz sobre el gran problema: la paulatina ausencia y cada vez mayor distancia entre el equipo y la realidad social que se vive en Málaga.
Aunque los que vamos a los partidos nos parezcamos cada vez más a los que íbamos a Ciudad Jardín antes incluso de la primera época gloriosa de mayo de 1995 –en número y en caras-, los objetivos y la realidad del club son bien distintos.
La gran mayoría sólo tiene memoria desde el «no triple» de Michael Ansley. Habría que pensar qué teníamos antes (no vale decir menos canas, menos kilos y menos años). Si bien el club experimentó en sus propias carnes el temblor que fue jugar una final en un momento dulcísimo de existencia, sin rival enfrente por la desaparición del equipo de fútbol (el Málaga, Club Deportivo o Club de Fútbol no había salido aún de la UVI), todo fue muy bonito y fácil.
Se aprovechó perfectamente el empujón y después de mucho tiempo situado en la élite, se está observando el problema que supone el vértigo de estar situados en la cima en cuanto a posibilidades, pero con la espada de Damocles de tener que rendir por obligación.
Hablo como abonado desde los 16 años del Caja de Ronda, desde la temporada 1981/82 y asiduo anteriormente a Gibraljaire y Tiro de Pichón. También tuve el abono del Mayoral Maristas los años de permanencia en ACB de los colegiales y a día de hoy pago tres asientos en el Palacio de los Deportes.
Personalmente, creo que se está recogiendo lo sembrado, que la comunicación club-abonado no ha sido siempre la mejor, que el mensaje de la poca importancia que tenían los ingresos por venta de abonos caló más que pronto entre los dirigentes. Siguiendo una táctica muy de ahora, cuando se llevan soportando varias temporadas dignas de no olvidar (para evitar repetirlas), se toma la determinación de primar al abonado nuevo en lugar del fiel que lleva desde siempre, como ha ocurrido con los abonos de la primera fase de la Euroliga.
Búsqueda de soluciones. Se buscan soluciones para evitar la depresión brutal que se comienza a ver los partidos en casa del equipo, que por otra parte tampoco ayuda. Se habla del envejecimiento de la masa social y del poco acercamiento a la realidad.
Si tenemos claro como la mañana la tan consabida crisis y si antes se ha aceptado en el club la idea de que los ingresos por abonos no eran tan importantes, una rebaja no estaría de más (o la «adecuación a una paulatina contracción del PIB» como dirían los economistas), ofertas a los clubes de la provincia más allá de traer gratis una noche de Euroliga a los chicos de tal o cual pueblo, trabajar por acercar el equipo a los institutos o universidad y más que ofertas para gastar más dinero en tal o cual negocio de un patrocinador, favorecer a las familias ofreciendo descuentos. Porque nuestro deporte sigue siendo familiar. Que se perciba que el carnet te sale más económico, que se palpe que ser abonado desde hace tiempo sirve para algo aparte de ver como crecen los niños de los vecinos de grada…
Hay que trabajar en más frentes. No ayuda que la cantera sea cada vez más desconocida y lejana, por la parca presencia de jugadores en el primer equipo y procedencia de los que juegan en Los Guindos. Hay que demostrar al aficionado que se piensa en él cuando se ponen los horarios de los partidos y no echarle la culpa a la televisión o los viajes del equipo, porque queda demostrado que los beneficios obtenidos por tanto cambio al final no repercuten de ninguna forma.
La pregunta que creo que deben de hacerse en los despachos del club de Los Guindos es si merece la pena mantener lo presupuestado por venta de abonos o si se quiere ver algo más que plástico en la grada. Pero hay que tomar una determinación rápida, acertada y sobre todo partiendo de una base: nadie quiere menos al club por no comulgar con lo que se hace desde dentro. Hace tiempo que lo que reclama la afición y lo que se le da tiene poca similitud. Y en todas las empresas que conozco, el cliente siempre tiene la razón.
Gracias por romper una lanza por el abonado veterano. Más de mil partidos a mis espaldas. Todos los años el carnet más caro, a pesar de lo que dice el club de manera reiterada (tengo los justificantes de pago como prueba)
Ya he pataleado en algunos sitios con este tema, incluso al club (el año pasado por una increíble y casi kafkiana situación). Pero como decimos aquí, ná de ná.