La pasada jornada en Euroliga, el Unicaja fue protagonista del «Partido de la Jornada», encuentro que disputó frente al Asseco Prokom Gdynia polaco, aunque mejor habría que calificarlo como «El partidillo de la jornada», como bien hizo el amigo Dani Romero en su columna en estas páginas.
Victoria cómoda del Unicaja, partido presenciado en 120 países y una imagen horrenda. No porque se le sacaran los colores a los polacos, sino por la imagen que proyecta una competición que quiere y tiene que ser alternativa a la NBA en un mercado que se pretende dominar. Me baso en la calidad del rival y la asistencia al Carpena, que de no ser por los más de 700 niños del club EBG Málaga que tuvieron su momento de gloria en el parquet del Palacio de los Deportes José María Martín Carpena (entre ellos los chicos de mi equipo) y dieron el esperado color verde a las gradas, que evitaron que tuviera el habitual desangelado aspecto.
Cuando el rival hace 48 puntos no es ni bueno ni malo, pero no es la primera vez que el representante polaco termina presentando un balance poco digno en la Euroliga. Sus últimas participaciones, con una o dos victorias en la Fase Regular, no lo hacen el mejor exponente, pero como no se trata de cebarse con un club que por otro lado tampoco me ha ofendido en nada, lo que sí que es cuestionable es qué pintan esa serie de equipos en la competición.
Habitualmente siempre hay dos o tres equipos en la Euroliga que no se sabe qué hacen jugándola. Equipos como el polaco, varias veces el Olimpija Ljubljana, el KK Zagreb o los últimos años del Cibona no parecen necesarios para la competición. En un afán de expandir la Euroliga, aumentar el mercado y hacer que el espectáculo llegue a más lugares, se empobrece el producto. El peaje pagado en su momento, con la creación por la ULEB de la primera competición europea el año 2000, teniendo que dar cabida a equipos que habría que calificar como exóticos (como poco) por no circunscribir los participantes a «los de siempre».
Nombres de las primeras épocas como Lugano Snakes, Saint Petersburg Lions, Ovarense Aerosoles o London Towers llevaron la Euroliga a sitios tan poco habituales en la primera competición como Suiza, Portugal o Inglaterra. País este último que es un anhelo no oculto de conquista para la patronal europea: poder conseguir al Reino Unido como mercado cierto es algo que se quiere a toda costa, al igual que ocurre con Alemania. De hecho se da cabida al Alba Berlín por todos los motivos que se nos ocurran menos por los deportivos, pero aquí parece que lo que realmente importa está en casi todos los factores menos en los deportivos.
La réplica está fácil: si no se cuenta con equipos de los denominados «de relleno» no se puede dar amplitud a la competición, pero lo cierto es que espectáculos como el del jueves pasado en Málaga no hacen nada bueno a la primera fase. Con un equipo consiguiendo la segunda peor anotación de la historia –la peor está en el historial (cortito, gracias a Dios) de London Towers que anotó sólo 40 puntos en Ljubljana–. Si la idea de que la primera fase es inútil, la imagen de algunos equipos hacen que la llegada del Top16, reducir la fase de grupos es primordial, y sobre todo, tener claro hacia dónde va y qué producto es el que realmente se quiere publicitar.