El título no es premonitorio con respecto a la política económica del Gobierno para con los que vivimos de una nómina. Yo aquí siempre me refiero al baloncesto y no termino de tener claro cuándo llega el final de la agonía en la que se ha convertido la temporada.
Con dos partidos pendientes de jugarse, tenemos tan claro que esto tiene que acabarse ya, que, aunque el equipo se reencontrara con la victoria el pasado domingo frente al Mad-Croc Fuenlabrada, no me termino de creer el cambio. Han sido tantas las derrotas, decepciones y bofetadas recibidas, que la garantía para que desde fuera creamos en el equipo está tan mermada que necesita solidificar las bases que garanticen el éxito. Y ahora, tan sólo con victorias puede creerse en un grupo que ha dejado –casi para demasiado tarde– las tareas imprescindibles para poder pasar la prueba de la temporada que para el Club Baloncesto Málaga está acabando.
Aunque es bastante complicado que Luis Casimiro Palomo continúe en Málaga, estoy de acuerdo con él en varias cosas. Llegar a un sitio nuevo provocó que diera cierto margen de confianza al grupo. Con tan poco tiempo, quedó demostrado que el crédito era excesivo para lo que merecían y las palabras de la última rueda de prensa son claras, hay que ver el equipo en los dos partidos que quedan.
¿Duro? Es lo que hay, ganar dos partidos puede dar para finalizar octavos y cruzarnos con el líder en el primer play off. Otra opción es quedar novenos y acallar los rumores sobre la pérdida de la Licencia A de la Euroliga. Y como más que factible está que no se alcance siquiera la mitad de la tabla y ponga negro sobre blanco el fracaso más estrepitoso de los últimos años.
Desde la temporada 1998/1999, bajo el mando de Pedro Ramírez, no hay una temporada peor. Aquella fue la última sin postemporada y sólo el giro radical que dio el club hizo encender la llama de la esperanza personificada en el fichaje de Bozidar Maljkovic bajo el mandato de Ángel Fernández Noriega.
No sé, no tengo idea alguna sobre el rumbo que va a tomarse. Se parte desde otro punto de partida diferente. Lo único que no ha cambiado ha sido el propietario del club (con lo cual podemos estar tranquilos), pero ni el presupuesto, ni los objetivos inmediatos, ni las personas que gestionan el club, ni la capacidad de crecimiento están como en aquel tiempo. Lo que antes era ir permanentemente hacia arriba, tiene en el pasado reciente un gran enemigo. El brillo de los logros relativamente cercanos puede cegar, desenfocando en lugar de espolear y animar para repetir los éxitos conocidos. El vértigo puede no ser bueno, pero igual de erróneo puede ser marcar objetivos similares a los últimos (por inalcanzables), como dejar el listón por debajo de las posibilidades exigibles reales que todo lo que hay alrededor del club merecen.
De momento, lo bueno sería anotar de forma indeleble los errores cometidos y aprender de los pasos en falso que se han dado, sobre todo para no repetirlos. Es tiempo de crisis, pero en la mano de quien rige los destinos de la nave cajista está evitar que lo peor esté por llegar, porque salir lo antes posible de este pozo es posible ya que condiciones hay.