En 1994 el irregular director Tim Burton nos legó Ed Wood. Sin duda la mejor película de este realizador. En mi opinión el último gran clásico. No la vi en pantalla grande, fue mejor, conocí este título con quien se ha de conocer lo grande que es el cine: con Garci y en su programa de la Segunda Cadena de la, hoy maltrecha, Televisión Española.
Edward Davis Wood, en quien Burton basa su cinta, fue un director de cine neoyorquino. Entre sus títulos, los más famosos son Glen or Glenda, Bride of the Monster y la más mala y por ello la preferida por todos: Plan 9 from Outer Space.
Y es que Eddie es famoso porque, en los 70, fue elegido el peor director del cine de todos los tiempos y ese plan noveno interespacial, la peor película. Ni por asomo es así, hay directores y películas bastante peores que los trabajos de nuestro protagonista de hoy. Pero el jurado de los Golden Turkey Awards se fijó en él. Y existe una razón.
Cuando uno conoce la vida de Edward a través de la estupenda interpretación de Johnny Depp, se percata de que es un entusiasta que adora su trabajo. Quiere convertirse en el nuevo Orson Welles. Como el autor de Ciudadano Kane, escribe, produce, dirige y a veces protagoniza sus películas. Ambos sufren la incomprensión de la industria y los productores. Claro, el autor de Sed de mal por genial, el de Glen or Glenda por fatal.
El otro aspecto fundamental de la película, y lo que la hace ser una de las grandes, es la inclusión en la narración de la amistad que unió a nuestro hombre con Bela Lugosi, antigua estrella y ya en decadencia, víctima del star-system, olvidado, en una casa cochambrosa, morfinómano y abandonado por su enésima mujer. La férrea amistad entre ambos era inevitable. Como escribió Javier Marías en la crítica que hizo a Ed Wood en su momento, se trataba de un encuentro entre dos perdedores que no sólo saben que lo son de sí mismos, sino cada uno del otro, un fue y un no será.
Pero da igual: una de las escenas más bonitas de la historia del cine se produce cuando un Wood arruinado trata de ayudar a un Lugosi moribundo haciéndole creer que tiene un gran proyecto entre manos; rueda en la puerta de la casa del antaño vampiro las que serán las últimas escenas de un Bela que pocas horas después entrará en un ataúd con el atuendo del Conde, pero esta vez para no volver a salir jamás.
Pero Ed Wood rodó 18 películas contra viento y marea. Perdió a su prometida que le dejó por freak, fue el hazmerreir de Hollywood, se arruinó, murió Bela y se rehízo cada vez. No echó la culpa al resto del mundo ni lloró o explotó de ira. No se quejó, tenía claros sus objetivos. No culpó al mundo ni se enfrentó a los directores de éxito o rodeó los estudios con su estrafalario equipo de rodaje para gritar e insultar por su falta de comprensión.
Ed Wood era un hombre con un entusiasmo y una fe en sí mismo inquebrantables. Su sueño era ser director de cine y pasar a la historia por ello. Y así ha sido. Hoy en los expositores de las tiendas donde se venden películas, se encuentran las de Ed Wood. Y se venden. Yo mismo tengo las tres citadas. Muchos directores, peores y mejores, se perdieron en la niebla del tiempo y sus trabajos no volverán al gran público. Porque la pasión sin odios, el entusiasmo, el optimismo y no rendirse jamás, de un modo u otro, te pueden convertir en el mejor. Aunque sea el mejor-peor.
Aunque ni siquiera eso es cierto: porque esas imágenes que Ed Wood rodó de Lugosi a las puertas de su casa, son las mejores imágenes de un amigo a otro de toda la historia, son las mejores imágenes que encontraremos de la amistad.