Las málagas de EEUU y otras importaciones

1 Nov

No hay que llevarse las manos a la cabeza por la fiesta de Halloween cuando EEUU es puro gazpacho de tradiciones culturales de medio globo, empezando por Halloween.

Con el tiempo, el autor de estas líneas ha pasado de considerar la fiesta de Halloween una horterada sanguinolenta a verla como una fiesta sanguinolenta que no es para rasgarse las vestiduras, aunque algunos de sus participantes sí lo hagan para aumentar la dosis de terror en el espectador.

Ayer por la mañana, en el autobús de El Palo, dos mujeres planteaban la tesitura de si los americanos festejarían con la misma generosidad nuestra Semana Santa o si las estadounidenses se colocarían un traje de faralaes para celebrar la Feria, suponemos que de Oklahoma.

Sin embargo, si por algo se caracterizan los Estados Unidos es por no tener apenas herencia cultural propia, ya que en las películas del Oeste comprobamos con qué alegría, a lo largo de todo el siglo XIX, practicaron el tiro al blanco con la población autóctona, ya fueran apaches, arapahoes o sioux. Ni siquiera el mundo de los recios cowboys es propio, pues es heredero directo de los vaqueros españoles, y sólo hay que echar un vistazo a sus estados para comprobar que California, Nevada, Texas, Colorado, Florida o Montana no parecen palabras muy inglesas que digamos. Y en lo que a nosotros nos toca, hay poblaciones llamadas Málaga en los estados de Washington, Ohio, Nueva Jersey, Nuevo México, Kentucky y California, esta última en el Condado de Fresno, donde existe una vía dedicada al Muscat, es decir, a nuestro Moscatel, una herencia malagueña de mucho arraigo por esas tierras.

En la misma línea, tampoco su famosa cerveza aguada es autóctona, la trajo un paisano de la ciudad checa de Budweis (en checo, Ceske Budejovice), aunque nada tiene que ver la original con la deprimente versión norteamericana. La era dorada del cine de Hollywood, por cierto, vino de la mano en buena parte de directores europeos y Halloween no es más que una importación irlandesa, tras la Gran Hambruna de mediados del XIX que empujó a emigrar a mansalva y que comenzó a darse a conocer como una fiesta inglesa hacia 1870.

El juego del béisbol y el fútbol americano, por otro lado, son refritos de deportes británicos y sigue siendo muy popular en esas tierras el baloncesto, inventado por un canadiense. Tan popular como la hamburguesa, gentilicio que nos transporta a cierta ciudad portuaria alemana, que a su vez recibió el influjo del filete tártaro ruso, aunque los romanos ya comían algo parecido siglos antes.

Pese al borrico de Trump, es la razón de ser de Estados Unidos: un gazpacho de herencias culturales, como corresponde a un país en el que, al igual que dijo Borges de los argentinos, sus habitantes descienden de los barcos.

Además, las importaciones de América no nos han ido tan mal. Como recuerda el maestro de la Gastronomía malagueña, Fernando Rueda, nuestros primitivos gazpachos no llevaban tomate, porque la novedad que venía del otro lado del Atlántico tardó un tiempo en incoporarse a la cocina popular.

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