De cierta placa conmemorativa ilegible

19 Ene

A una altura a la que no llegan ni los hermanos Gasol, en la fachada de la iglesia de Santiago una placa ilegible recuerda que en la parroquia descansaron, hasta 1947, los restos del padre del libertador San Martín.

Ayer hablábamos de la ausencia de una mísera flecha en la intersección de la calle Granada con la plaza de la Judería que, de instalarse, evitaría que decenas de turistas se perdieran camino del Museo de Picasso. Pero en esto de las indicaciones turísticas e histórico-artísticas, de las que ayer este diario ofreció además un reportaje, hay casos curiosísimos de falta de luces o cuando menos, de ganas.

Pero antes hay que precisar que, desde que Spinoza, entre escrito y escrito, se dedicaba a pulir lentes en Amsterdam, el mundo de los aparatos ópticos ha avanzado una enormidad, aunque no tanto como el ego carca de Carles Puigdemont, que ya supera en tamaño todo el área de los Países Bajos y está a punto de devorar Luxemburgo y la propia Bélgica.

Volviendo a los avances ópticos, estos sin embargo no permiten a una persona normal, con una media de altura como la que gastamos en España y con las gafas más precisas que existan en el mercado, ver un carajo de una placa conmemorativa colocada en un punto de la fachada de la iglesia de Santiago, para cuya lectura los hermanos Gasol necesitarían una escalera.

Se trata de una placa, presumiblemente de bronce, en la que con la misma letra que se gastaban los liliputienses en tiempos de Samuel Gulliver, se informa de que fue colocada hace 31 años, el 23 de septiembre del 87 para ser exactos, por la tripulación del buque escuela argentino A.R.A. Fragata Libertad, que arribó al Puerto de Málaga.

Sin embargo, por lo que consta en la inscripción, parece que quien la costeó fue el Instituto Español Sanmartiniano, en recuerdo del capitán palentino Juan de San Martín Gómez, padre del famoso libertador de Argentina, Chile y Perú, José de San Martín. El padre del emancipador falleció en noviembre de 1796 en Málaga, en unos tiempos en los que las obras de la nueva Aduana estaban casi en los inicios, la Alameda era un minúsculo paseo playero y todavía quedaban en pie puertas de la ciudad musulmana como la de Granada.

Unos años antes, el militar se trajo a la familia, procedente de Cádiz, así que el futuro libertador pasó parte de su infancia en nuestra ciudad.

Como don Juan vivía en la calle Alcazabilla en el momento de su fallecimiento, le tocó descansar en la vecina iglesia de Santiago cuando falleció. En 1947, sin embargo, sus restos mortales fueron trasladados a Buenos Aires, por deseo del general Perón.

La placa, con un bajorrelieve del padre del prócer, recuerda estas vicisitudes, pero hay que airearlas de tiempo en tiempo porque la placa está situada a una altura, literalmente, sobrehumana, salvo que se empleen zancos.

Acaba de rehabilitarse la iglesia de Santiago, hasta se ha colocado una placa informativa de metacrilato en su fachada, pero nadie ha caído en bajar unos metros esta placa conmemorativa ilegible. Habrá que concluir como en Asturias: Somos la leche.

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