La pertinacia borriquera contra el acento andaluz

3 Ago

Continúa la moda de exhibir la incultura lingüística al criticar el español que se habla en Andalucía. Antes se limitaba a políticos de profesión su partido, ahora también se apuntan los diplomáticos.

Lo han vuelto a hacer. Hasta la fecha y de forma cíclica, especialmente en periodo electoral, una cuidada selección de políticos, muchos de ellos con la formación seriamente mermada por la concatenación de cargos públicos desde la mocedad, se permitía el lujo de ofrecernos clases magistrales de Lengua Española para burlarse del español hablado en Andalucía.

El habla andaluza no es un invento de los Álvarez Quintero, se trata de una modalidad del español que comienza a gestarse en el siglo XIV (en las zonas conquistadas por los castellanos, claro) y que entre los siglos XVII y XVIII se consolida. Pero incluso antes, en 1425, un rabino de Guadalajara, al traducir al castellano la Biblia, ya resaltaba la forma distinta de pronunciar el castellano de «leoneses e sevillanos e gallegos».

El español de Andalucía, como el de Extremadura, nutrió la gran familia del español atlántico; el mayoritario en un 90 por ciento entre los hispanohablantes. Sus rasgos pueden encontrarse en muchas hablas de Hispanoamérica. Su riqueza fonética, la condición de laboratorio lingüístico del español más evolucionado por la mescolanza de repobladores de toda la península pasó a América. Es un habla además que, en contra de lo que asegura el tópico, no entiende de clases socioeconómicas y lo mismo la practica el jornalero que la empresaria de éxito o Juan Ramón Jiménez.

Pese a ello, sucesores espirituales del andaluz Antonio de Nebrija como Ana Mato, Artur Mas o Montserrat Nebrera, faros del conocimiento lingüístico occidental, en momentos de calentón neuronal han criticado la pronunciación andaluza, en ocasiones para ridiculizar a un rival. No pidamos peras al olmo a la legión de políticos que tiene de profesión su partido.

Lo lamentable es que, en esta ocasión, Enrique Sardá, un curtido diplomático de carrera, el cónsul de España en Washington, haya exhibido tanta burricie en las redes sociales al mofarse de la pronunciación de la presidenta de la Junta, Susana Díaz. Al diplomático de carrera sí se le supone una formación y un nivel cultural que además tiene que demostrar en unas duras oposiciones.

Por desgracia, sus comentarios en las redes destilan, además de machismo, una sensación de superioridad que los lingüistas no se cansan de denostar y desmentir.

Este cónsul recién destronado, nacido en Barcelona, debería saber que el acento de su tierra, de Madrid o de Asturias de ninguna manera es peor o mejor que el andaluz y en contra de lo que creen algunos castellanos, tampoco el habla de Castilla es más perfecta que la andaluza o la canaria por pronunciar las eses finales de las palabras.

Lo primordial es expresarse bien, con independencia del acento y ya puestos, si el excónsul escucha que alguno de sus paisanos dice eso de «yo pienso de que», ahí tendrá una incorrección como un piano, aunque esté pronunciada por el doblador de Robert de Niro.

Tan pertinaces como la sequía son los borricos. Volverán.

2 respuestas a «La pertinacia borriquera contra el acento andaluz»

  1. Es que en Andalucía hablamos andalú, pues es una lengua oral y la que hablamos en inmensa mayoría, no escrita ni reconocida (para muchos de arriba de Despeñaperros un Español mal hablado), pero escribimos en Español. Ya es hora de que los Andaluces nos quitemos los complejos impulsados desde afuera de Andalucía y donde los medios de comunicación han tenido una gran relevancia.

  2. Hay gente de Castilla, la “madre del Imperio”, que cada vez que habla le propina una patada a la Gramática castellana -antes española- y no solo los “de pueblo”. En la Villa y Corte, por ejemplo, hay cada “asesinadiccionario” -políticos, periodistas y demás fauna- que merecería pasar por la “Cárcel de Papel”, aquella sección de la añorada “La Codorniz”. Según textos latinos “en Roma se reían del acento de los procedentes de la Betica”. Algo tendrá el agua cuando la bendicen…

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