El ferroviario que dribló al destino en Chilches

15 Mar

El pasado 11 de marzo fallecía a los 100 años Alejandro Padilla, vecino de Los Corazones y jefe de la estación de ferrocarril de Chilches hasta que en 1968 se cerró la famosa línea del tren a Vélez.

Salió pedaleando, como alma que lleva el diablo, por la Carretera de Almería, cuando la llegada de los nacionales a Málaga en febrero del 37.

Estando poco después en el bando republicano en el frente de Madrid, una bala le agujereó la gorra y terminó incrustándose en la cantimplora para el vino. Se llevó de recuerdo de la contienda una herida en la pierna que le tuvo cinco meses en un hospital madrileño que, a su vez, fue bombardeado y también salvó el pellejo.

La lotería de la vida permitió al malagueño Alejandro Padilla, no sólo driblar a la muerte en la Guerra Civil sino también, gracias a una estratagema, reintegrarse a la vida laboral en 1940 en lugar de enfrentar el exilio y alcanzar, rodeado por su familia, una vida excepcional, porque llegó al siglo y a punto estuvo de cumplir 101 años.

Alejandro Padilla, natural de Almayate, falleció el pasado 11 de marzo a los 100 años, informó la familia. El autor de estas líneas tuvo la suerte de conocerlo el verano pasado, alcanzada ya la centuria. Vivía acompañado por Carmen, su mujer, de 95 años, en un piso en Los Corazones y como demostró, se encontraba en un estado de salud excepcional para su edad, hasta el punto de que, además de echar un pulso con un servidor y el fotógrafo, Álex Zea, demostró la flexibilidad de su cuerpo alzando una de las piernas hasta una altura imposible de igualar por el firmante.

Alejandro Padilla era además uno de los pocos jefes todavía vivos de la famosa línea de tren a Vélez y Zafarraya. Desde 1945 hasta el cierre de la línea en el 68, estuvo al frente de la estación de Chilches.

Coincidió en el puesto con otro jefe de estación, José López, ya fallecido y entrevistado en 2010 por este diario, que de 1962 hasta 1974, cuando se desmantelaron las vías, estuvo al frente de la estación del Palo. Compartían estos dos malagueños una cualidad que sólo los rigores de la crisis económica ha recuperado en algunos ciudadanos: estaban curtidos frente a la adversidad y afrontaban la vida con valentía y todo el esfuerzo que hiciera falta.

Alejandro Padilla era uno de los últimos testigos de un mundo ferroviario de trenes de vapor y maletas de cartón. Descanse en paz.

Orugas en el cerrado

Un amable lector del Cerrado de Calderón nos envía una foto de una escalera de uso público, en la calle Matagallo que comunica con la calle Alcaparrón, que estos días se encuentra infectada de la procesionaria del pino.

El lector se ha puesto en contacto con el Ayuntamiento y según cuenta, la respuesta ha sido que al no estar recepcionada la urbanización no puede hacer nada.
Después de la tromba de agua, llega esta plaga anual para resaltar todavía más las carencias que tienen los vecinos del Cerrado.

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