La antigua sede central de Correos, obsequio del Gobierno central a la Junta en 2010, sigue exhibiendo unos jardines convertidos en un prometedor basurero .
Se cumplen diez años desde que de la antigua sede de Correos, junto al puente de Tetuán, dejaron de salir cartas. Un año más tarde, en pago por la deuda histórica, el Gobierno central se lo entregó a la Junta de Andalucía. Visto el trato que le ha deparado en esta década, lo mismo le podía haber entregado un morcón sin cuerdas.
Porque tan devastador como un huracán ha sido el paso del gigantesco edificio por manos autonómicas. Si a eso sumamos la excusa de que se encuentra embargado por la Diputación desde hace tres años, por impagos de la Junta, tendremos una visión panorámica de su rápida decadencia.
Sabemos que la Junta quiere deshacerse del morcón y reconvertirlo en hotel para mandar lejos semejante paquete postal, pero mientras sigue en sus manos, ya podía haber mostrado un mínimo interés por mantenerlo con cierta dignidad.
Sin duda, la responsabilidad por esta actitud absolutamente zángana y pasota hay que acharcársela a la etapa socialista de la administración autonómica. Pero es tiempo de recordar que desde hace cosa de medio año, la Junta está en manos de populares y de Ciudadanos y que deberían ir cambiando las cosas.
Un servidor ignora si el embargo impide a la Junta entrar con barrenderos y limpiar los vergonzosos jardines del edificio. Si fuera el caso, ahí está la Diputación, también del mismo signo político, para echar una mano.
En realidad, da igual qué administración debe limpiar el vertedero que desde hace años se forma en los jardines; muchas veces es suficiente una sencilla llamada de teléfono para acabar con un problema que ya entra de lleno en el terreno de la insalubridad.
Porque si subimos la escalinata central de Correos, con ese providencial tejado que tan bien resguarda de las inclemencias, comprobaremos que desde hace tiempo sirve de dormitorio de indigentes y el jardín vecino, de cómodo basurero de todo lo que va deparando el día a día.
Sillas, colchones, cartones, botellas, ropas, latas, litronas… ni siquiera falta en el vertedero uno de esos topes de plástico de las eternas obras del metro (por cierto, a punto de superar en duración a las obras de la pirámide de Kefrén).
Da pena vislumbrar entre las rejas el enorme símbolo del servicio postal, la escultura de un corno con el que se anunciaban los antiguos carteros y la corona real, acompañado de tanta basura.
El edificio de Correos, pese a su innegable tamaño, es una construcción de la que la administración autonómica se desentendió, como dan buena cuenta las pintadas por toda la fachada y la suciedad a espuertas.
No parece tan difícil, puede que baste una llamada de teléfono de un despacho a otro para acabar con este nido de porquería en una de las zonas más transitadas de Málaga. Ánimo.