La fachada de la actual sede de Cáritas Diocesana, el antiguo convento de la Aurora María, fue restaurada en 2008 pero continúa su eterna maraña de cables.
La semana pasada hablamos de un veterano solar o más bien una unión temporal de solares (UTS) junto a la Peña Trinitaria, con el ocre inflamable de sus muros, como tantos solares que en Málaga exhiben desde hace demasiados años un aislante térmico que, en principio, debería servir para un rápido tránsito antes del inicio de las obras.
A dos pasos de ahí, pero en el verano de 2008, hace once años, el autor de estas líneas se congratulaba del baño de color del antiguo convento de la Aurora María. Meses atrás, el Obispado había rehabilitado la fachada y por fin lucía explendorosa, sin duda un elemento de realce del entorno, en este ínterin secular en el que nuestros políticos se piensan qué hacer de una vez por todas con el cauce del Guadalmedina (ni que decir tiene que la mayoría se queda en la superficie, en las mejoras estéticas y se olvida de la necesaria actuación hidrológica).
Pero volviendo al antiguo convento de la Aurora María, del siglo XVIII, es un edificio que sufrió en sus carnes la riá de 1907 y que fue testigo, en el cauce del río, de un mercadillo muy frecuentado por malagueños de uno y otro lado del Guadalmedina.
Las salvajadas de mayo de 1931 se cobraron el peaje y el convento fue incendiado. Resurgió en la década siguiente, transformado, más que rehabilitado, por el conocido arquitecto Enrique Atencia, que le añadió más altura y su aspecto actual.
Tiempo ha tenido para albergar tras su reconversión la Escuela de Trabajadores Sociales, la Escuela Técnica Superior de Arquitectura y en la actualidad es la sede de Cáritas Diocesana.
Como se pueden imaginar, el edificio no aparece en el Catálogo de Edificios Protegidos del PGOU, pero no pidamos peras al olmo del urbanismo malaguita, siempre rácano a la hora de proteger y tan raudo y eficaz cuando se trata de derribar.
El caso es que, once años después de ser rehabilitado, la rehabilitación aérea no ha llegado aún.
Si hace unos días contemplábamos cómo la sede municipal del Hospital Noble parecía un edificio ilegalmente enganchando a la luz, por las decenas de cables que exhibe sin ningún tipo de decoro, la que en los orígenes fue una ermita asomada al río tampoco está limpia de cables, que se multiplican cuando nos aventuramos por la plaza de la Aurora, la parte trasera del edificio. De hecho, sirve de punto de enganche de las guirnaldas tecnológicas que luego continúan por esta calle o se adentran por calle Feijóo.
La de los plásticos en los mares y los cables en los cielos es una doble lucha en la que la civilización, también la malaguita, tratará de vencer a lo largo del siglo XXI. Aquí tienen dos sitios por donde empezar sin necesidad de irse a barrios indómitos: la sede municipal del Hospital Noble y la de Cáritas Diocesana en la Rampa de la Aurora. Ánimo.