La tesis doctoral del profesor de la UMA Francisco Juan (Pancho) García Gómez, fallecido esta semana, reivindicó los valores de la vivienda malagueña del XIX en el momento más adecuado para la ciudad.
Los niños de las décadas de los 60 y 70 crecieron todavía con los cines de barrio y una sola cadena de televisión, aunque luego apareció el lujo asiático de una segunda cadena, de la que disfrutaron los de los 80.
Tan escueta oferta audiovisual, sin embargo, tuvo como punto fuerte un caudal de películas clásicas que incluían desde cine mudo a cine norteamericano, inglés, francés o italiano. En cuanto al cine español, podías disfrutar de muchas joyas pero también de todo el ciclo completo de Paco Martínez Soria.
Este panorama se truncó en los 90 con la aparición de las privadas, y los telespectadores pasaron de las películas que ofrecía La Clave de Balbín a programas como Hablando se entiende la basca o Entre platos anda el juego.
Por suerte para muchos estudiantes de Historia del Arte, en el desierto cinéfilo de las nuevas generaciones apareció por la UMA un profesor de Historia del Cine apasionado y brillante como Francisco Juan (Pancho) García Gómez, a quien por desgracia perdimos esta semana con solo 50 años, capaz de combatir la sequía de buen cine introduciendo a los alumnos en los misterios de El Acorazado Potemkin, Tiempos Modernos o El verdugo.
Para una generación cuya película más antigua en blanco y negro había sido La lista de Schindler, fue un cambio en su horizonte cultural y todo gracias a la ilusión que Pancho le ponía en todo.
A él le debemos además una obra básica para Málaga en otro campo, el del Patrimonio, porque animado por su entonces profesora, la catedrática Rosario Camacho, emprendió un trabajo ingente de cuatro años, a finales de los 90, para analizar la vivienda malagueña del siglo XIX. La obra, que ganó el premio del Consejo Social de la Universidad, se traduciría en una preciosa edición en dos grandes tomos que fue justamente presentada en el Ayuntamiento.
La obra no sólo analizaba las fachadas sino que se detenía en la distribución interior de las casas y sus usos. Un trabajo de campo artístico y casi antropológico realmente ingente e innovador.
Coincidió además esta tesis doctoral con la etapa de dinero a espuertas de la Unión Europea (al César lo que es del César), una institución que olvidamos con facilidad pero que hizo posible la rehabilitación de muchos inmuebles de nuestro Centro Histórico y las obras de peatonalización de buena parte de sus calles.
La tesis de Pancho, por lo tanto, llegaba en el momento adecuado para reivindicar la vivienda del XIX como el gran patrimonio de Málaga. Su obra era la prueba del algodón de esa valía y ese fue su gran mérito. Todavía resulta un trabajo de referencia casi 20 años después.
Este profesor apasionado, original y brillante falleció el lunes a una edad especialmente injusta, por temprana. Nos quedarán su ejemplo y su obra, que ha permitido que miremos el cine del pasado y del presente y nuestra propia ciudad con otros ojos. Gracias, Pancho.