Hacia 2002 corrió el falso rumor de que el actor se había marchado a vivir a una preciosa mansión en Pedregalejo, con una curiosa historia detrás.
Ahora que la Feria del Libro de Málaga acaba con cifras esperanzadoras -lo que nos hace entrever un mundo mejor en el que, cuando menos, convivan los libros con los vídeos de gatos, los memes y algunos memos- viene a la cabeza pelona del firmante un número ingente de escritores malagueños.
Y esto es así porque, en muchos casos, un servidor ha tenido la oportunidad de entrevistarlos para hablar de sus obras. Lo curioso es que, un número bastante notable de ellos, siempre que su novela estuviera ambientada en Málaga, ya fuera en época fenicia, en los años 40 del siglo pasado o en el siglo actual, manifestaron su deseo de que fuera llevada a la gran pantalla por Antonio Banderas.
Esto hace concluir que el actor malagueño necesitaría varias vidas para poder llevar al cine todas las novelas pensadas para ser adaptadas por él, mayormente en el papel de protagonista, aunque fuera vestido de fenicio en una Malaka ignota, sin Manquita, calle Larios ni terrazas de bares.
Antonio Banderas sigue siendo nuestro famoso internacional por excelencia, y mientras de Santa Bárbara se acuerda uno cuando truena, de Banderas se acuerdan cientos de malagueños cuando escriben.
La influencia del actor en la psique colectiva de Málaga también alcanzó, por supuesto, la turbia ciencia de la rumorología. Hace cerca de 20 años, por ejemplo, corrió como la espuma el rumor de que había comprado una preciosa mansión en Pedregalejo para él y Melanie Griffith.
Como el rumor no cejaba, el firmante habló con varios vecinos próximos a esta casa, Valdecilla, en la calle Juan Valera, y comprobó que la vivienda había sido adquirida, sí, pero ni rastro de Antonio ni de Melanie.
Sin embargo, fue la ocasión para rescatar la historia de esta mansión, al tener la oportunidad de contactar con los descendientes de su ilustre dueño, don Ramón Pelayo, marqués de Valdecilla, un empresario santanderino que hizo fortuna en Cuba y que fue uno de los responsables de que la Familia Real eligiera Santander para pasar allí los veranos, pues era amigo personal de Alfonso XIII.
La mansión, de finales del XIX, la adquirió don Ramón en 1928, aunque nunca llegó a vivir en ella y a su muerte en 1932 se la legó a su sobrina María Luisa, que heredó el título y que solía ocupar Valdecilla con su marido de noviembre a marzo. Murió en 1951.
La sobrina de la marquesa, Lucía Valiente, recordaba al firmante que la llegada de sus tíos venía siempre acompañada de un camión con vacas, para que no faltara leche en la mansión durante el invierno. Entre los personajes que se alojaron en esta mansión, con protección arquitectónica, destacaron José Antonio Primo de Rivera y el cardenal Herrera Oria. La casa dejó de estar en manos de esta familia santanderina en 1973. Desde entonces, ni asomo de Banderas…
Me encanta aprender de la “pequeña” gran Historia de mi Málaga.
Corrijo: Nuestra. De todos.
Le quedo muy agradecida por el
artículo.
Muy amable Conchi, un saludo muy cordial y muchas gracias.
Alfonso Vázquez