Ni los políticos ni los malagueños somos conscientes de que en la calle Moisés, entre Parque del Sur y Mangas Verdes, tenemos desde 2013 una obra artística de ingeniería.
Por desgracia, tanto al mundo de la política como al de la empresa y muchos otros colectivos ha llegado para quedarse una doble epidemia que socava la expresión inteligible de las ideas.
Por un lado, se han puesto de moda las palabras kilométricas o complicadas, santo y seña del lenguaje vacío y pomposo. ¿Quién no ha escuchado a un cargo público decir que va a solucionar «la problemática» en lugar de un problema de toda la vida?, ¿y lo mal que se portó «la climatología» en Semana Santa, con lo fácil y rápido que es hablar del clima?
El segundo azote es el de las palabras en inglés, muchas de las cuales tanto el emisor como el receptor desconocen. Cada vez son más las empresas españolas cuyos directivos lucen sus cargos en inglés, misteriosas iniciales para darse lustre en el Retablo de las Maravillas, y qué decir de los mil y un encuentros empresariales locales disfrazados con nombres ingleses.
En este asunto, el culmen del bochorno se lo lleva la semana de la enseñanza de español para extranjeros, bautizada -como no podía ser menos por tratarse de la lengua de Cervantes- como la Málaga Education Week.
También en el arte abundan las palabras inglesas, las kilométricas y las especialmente arcanas. Y así, en muchas ocasiones parece como si una obra tuviera más calidad cuanto más complicado, largo u oscuro sea su análisis crítico.
En concreto, hay una palabra fetiche que es «matérica». Si no aparece en una reseña o crónica de arte moderno, que se olvide el artista de pasar a la posteridad.
Estas reflexiones sobre las palabras largas, pomposas, inglesas u oscuras tenía en mente un servidor cuando el pasado domingo, a causa de un paseo por once colegios electorales, volvió a toparse con la bellísima e impactante contundencia matérica de la calle Moisés, frontera natural entre Parque del Sur y Mangas Verdes.
Frontera natural porque un imponente cerro marca la división entre una urbanización, valga la redundancia, urbanizada y la autoconstrucción de casas mata.
Como muchos recordarán, el cerro sobre el que se asienta Mangas Verdes tuvo sus achaques en 2012 a causa de una tromba de agua lo que provocó que alguna casa se resintiera y hubiera que desalojarla.
Lo que vino después fue el refuerzo de la loma con continuos manguerazos de hormigón que terminaron por reforzarla y darle ese aspecto matérico tan en boga en los artistas que crean con la intención de salirse del cuadro gracias a materiales rugosos.
No hay tanta diferencia entre el Miquel Barceló que llenó de estalactitas de colores el techo de la sede de la ONU en Ginebra y este rugoso aporte matérico que ha creado una fusión perfecta, una obra artística de ingeniería para solventar el histórico descontrol del urbanismo malaguita. En suma, cool total.