En la calle Ferrocarril, al pie del Puente de Juan Pablo II, un terrizo sin futuro hace años que se ha transformado en los jardines Maestra Mari Carmen Ramírez Clemente, una forma inteligente de cambiar espacios muertos.
Hace unos días vimos que una extinta y desvencijada cerrajería, con el aspecto de haberse utilizado en la adaptación a la televisión de David Copperfield, irrumpe como la proa de un barco en la calle Edward Elgar, en el barrio de La Isla, y estrecha la calzada, que casi pierde una de sus dos direcciones, con grave riesgo para coches y peatones, pues hay un paso de cebra detrás de este taller.
Que esta situación lleve así desde la urbanización de la calle hace más de 15 años y no se haya demolido el obstáculo es un misterio, cuando por mucho menos la Gerencia de Urbanismo se cepilla una casa de estilo regionalista que merecía protección o un símbolo de la Guerra Civil, como vimos con Villa Maya.
Pero no todo son incongruencias en este rincón de Málaga. El Ayuntamiento es un inmenso y complicado engranaje que a veces puede meter la pata hasta el corvejón pero otras sale por la puerta grande, como es el caso de hoy, por recuperar un lugar muerto, decrépito.
Uno de los grandes aciertos del Consistorio es precisamente la renovación de rincones invisibles para muchos malagueños. Lo hemos podido ver en el terrizo en descomposición delante del Cottolengo, asomado al Paseo Marítimo Antonio Machado, que hoy es un jardincito muy digno. Este tipo de prácticas se están extendiendo por otros terrizos muertos de la ciudad que sólo aspiraban a acumular colillas y cacas de perros.
Algo así languidecía junto a las vías del tren, en una zona muerta a partir de la calle Velasco que en el pasado albergó talleres y naves.
Se trata de una lengua de tierra que con la construcción del Puente de Juan Pablo II se ha aprovechado para llenar de verde: hierba, árboles y también un parque infantil. El resultado son los jardines dedicados a la Maestra Mari Carmen Ramírez Clemente, del Colegio Padre Jacobo. Están en la calle Ferrocarril, y nos hacen olvidar que en ese tramo la línea del AVE está a flor de piel y no hay manera de apartar de la vista la feria de postes y catenarias.
Al otro lado de la calle, pegado al puente, se ha instalado además una pista infantil de fútbol 3×3 (9), con unas porterías a la medida de los pitufos, otra manera inteligente de aprovechar el espacio.
La única nota disonante es un solar privado, con grafitis entre otros del inefable Koof en el muro exterior porque, y aquí viene la memez, uno o varios grafiteros se han colado dentro de la parcela y se han dedicado a garabatear en la inmaculada pared de un bloque. El resultado es para echarse al monte y dudar de la inteligencia humana, aunque solo sea un rato.
Menos mal que la alfombra verde y las grevilleas -los árboles de fuego-, con las alturas encendidas ya de inflorescencias templan el ánimo de cualquiera. Podía ser un terrizo infecto y son unos jardines. Bravo.