El tramo del arroyo del Cuarto más próximo a Carlinda es hoy un nauseabundo vertedero, con el peligro añadido de un gran orificio sin cubrir, parecido a un pozo y junto al colector, por donde juegan los niños del barrio.
Ponga usted en este enclave a un personaje de Miguel Delibes y no desentonará, sobre todo si se trata del Tío Ratero, salido de la novela Las ratas.
Estamos en Carlinda, el barrio de Málaga entre la Granja de Suárez y Florisol, pero el paisaje bien podría corresponder a una zona bastante escasa de limpieza de cualquier país del Tercer Mundo.
La culpa la tienen los mamíferos incívicos que utilizan el cauce abierto del arroyo del Cauce para depositar sus inmundicias, pero también el Ayuntamiento tiene parte de responsabilidad, porque no limpia con la frecuencia que debiera este rincón olvidado que, -ya no hay duda tras la sentencia del TSJA- entra dentro de sus competencias.
El autor de estas líneas visitó la zona esta semana con el presidente de la asociación de vecinos de Carlinda, Juan Manuel González, y con su padre, Joaquín, que ha estado muchos años al frente de la asociación.
Padre e hijo no pueden disimular el bochorno ante este desplegable de desperdicios, con una gran nevera, televisores despanzurrados, escombros, restos de muebles y hasta una lancha inflable que descansa exhausta bajo el puente sobre el que pasa la calle Padre Martín.
Bajo el puente es donde se concentra la mayor cantidad de porquería, pero como explican Juan Manuel y Joaquín, las furgonetas entran por el cauce, empujan la porquería y el contenido del vertedero termina cayendo por un gran desnivel, hasta donde se encuentra el peligrosísimo colector municipal.
Lo de ‘peligrosísimo’ no es una exageración. Los vecinos llevan muchos meses denunciando, incluso a la Policía Nacional, que una suerte de pequeño pozo, un gran orificio metálico junto al colector principal está sin tapar y se trata de una zona de juegos de los niños del barrio (cuando iniciamos la inspección unos veinte niños volvían de jugar).
Los vecinos no quieren que se repita el drama del pequeño Julen y piden al Ayuntamiento que cubra el agujero cuanto antes.
La loma que desciende hasta el colector, por cierto, pese a que está cubierta de matojos muestra su colección de despojos de fábrica, toda la porquería que las furgonetas de nuestros incívicos bípedos empujan cerro abajo.
Por estos andurriales, cuentan padre e hijo, abundan las ratas y las serpientes. Como se ve, un ejemplo perfecto de sostenibilidad medioambienta pese a que, para la mayoría de los vecinos, el que continúe engordando el vertedero resulta insostenible.
Estos días se rueda en Málaga una serie de televisión ambientada en muchos casos en lugares degradados de nuestra ciudad.
Si los guionistas buscan impactar a la audiencia, lo mejor sería que se dieran una vuelta por el arroyo del Cuarto a la altura de Carlinda. El paisaje da para una gran escena final. Eso sí, que los actores no se olviden del desinfectante.