La nueva tribuna de la plaza de la Constitución ya no obstruye este espacio por completo al ser mucho más moderada y respetuosa con el entorno.
La feroz crisis económica, pese a llevarse por delante la pintoresca figura autóctona del merdellón -en la acepción primigenia de hortera con dinero- no hizo caer en la cuenta a los dirigentes cofrades de que estaban construyendo una tribuna de Semana Santa por encima de sus posibilidades.
Y así, se dio la paradoja de que, en lo más crudo del crudo invierno económico, la plaza de la Constitución seguía ocupada por una simbólica tribuna de nuevo rico, una suerte de Camp Nou cofrade que, para más paradoja, permanecía semivacía (o semillena) casi toda la Semana Santa, salvo algunos momentos aislados como el paso de la Legión.
Desde comienzos de siglo se había apoderado de la plaza de la Constitución la estética exagerada de los estudios Bronston, unos 55 días en Pekín cofrades que tapaban el escenario real de la plaza hasta límites ridículos, como el daño que la mayestática tribuna hacía a unos cuantos naranjos.
Un servidor está convencido de que, sin estos humildes árboles, la tribuna se habría expandido todavía más cual mancha de aceite, igual que el hotelazo de Moneo, que al no caber en su parcela se comerá casi todo el Pasillo de Atocha hasta alcanzar su espacio vital.
Por fortuna, tantos años de críticas de malagueños de a pie, horrorizados por la horterada de metal y la injustificada apropiación de la plaza han hecho mella. Y quién sabe si el contar con un Papa poco amigo de los fastos excesivamente suntuarios no habrá ayudado también a que la Agrupación de Cofradías recapacite.
Sean cuales sean las causas, hay que felicitar a sus responsables por este regreso a la moderación con la nueva tribuna de la plaza de la Constitución, que ha rebajado en un tercio sus desproporcionadas hechuras hasta acercarse a la normalidad.
La nueva tribuna es la prueba de que se puede compaginar la Semana Santa con el patrimonio histórico y de que no es una imperiosa necesidad borrar del mapa durante cuatro semanas la plaza principal de Málaga.
Aunque queda por cubrir el baldaquino central para proteger a las autoridades de las inclemencias de la primavera y de paso, para destacarlas del resto, esta tribuna es mucho más respetuosa con el entorno, moderada y estéticamente no provoca un escalofrío en la espina dorsal de un servidor (aunque el firmante no sea medida de nada).
La fuente de Génova ya no es una cautiva a la espera de la liberación, las palmeras washingtonias, primas de las de la Aduana, se estiran sin recato; los naranjos ya han dejado de sufrir podas accidentales; la iglesia del Santo Cristo y el veterano edificio de la Económica pueden verse sin necesidad de subirse a una escalera… Si a estos sumamos el viraje de la tribuna, asomada a la vecina Especería, hay que concluir que el enfermo ha tenido una franca mejoría. Felicidades.