La lluvia llena de agua los huecos de un lateral de la plaza de la Merced en los que se homenajeó con fallidas placas a los nacidos en el entorno. Ojo con la chapuza.
Los fosos han sido en el pasado un elemento defensivo de primer nivel, y mucho más si estaban repletos de agua. Durante cerca de tres siglos, el foso de la calle Carretería fue un quebradero de cabeza para las autoridades malaguitas.
La muralla norte habían perdido su carácter defensivo, conquistada la ciudad musulmana, así que el foso se convirtió en el depósito de todo tipo de inmundicias, empezando por las corporales, con los consiguientes atoros, pues por ahí también transcurría alguna torrentera.
Si a eso unimos que estaba prohibido que los carros con mercancías circularan dentro de la ciudad, para no cargarse el pavimento, y que la calle Carretas, luego Carretería, era por donde tenían permitido circular los carreteros, que aprovechaban para pregonar sus mercancías a voz en grito, nos podemos hacer una idea del bullicio y del mal olor.
El panorama empezó a mejorar, lo cuenta el gran cronista Francisco Bejarano, cuando bien entrado el siglo XVIII el regidor de turno propuso que los vecinos construyeran sus casas sobre el foso.
Todo este asunto de los fosos con trampa parecía cosa del pasado, hasta que en estos días de lluvia intermitente, a un ingente número de turistas, visitantes y autóctonos se les ha pasado por la cabeza ir a pie por el lateral de la plaza de la Merced, la que da al éxtinto cine Victoria.
Como recordarán, el Ayuntamiento quiso homenajear hace unos años a vecinos insignes nacidos en el entorno de la plaza con unas placas conmemorativas en el suelo.
La idea pintaba bonita, pero en Málaga hay varias cosas que no han funcionado un pimiento: una es el aripaq, esa suerte de arena compuesta que tan horrendos resultados sigue ofreciendo en la Travesía del Pintor Nogales y de la que hablaremos esta semana.
La otra son las placas que en el suelo cuentan con metacrilato o cualquier otro tipo de material traslúcido parecido. Los intentos por mostrar restos arqueológicos con planchas de este tipo han sido un fracaso porque no se ve un pimiento por ese fenómeno universal llamado la condensación de la humedad, que las llenaba de gotas de agua.
En el caso de las placas de la plaza de la Merced, al poco tiempo se han descolorido, luego se han roto y, que un servidor sepa, la única que está más o menos legible es la de Pablo Ruiz Picasso.
Como en el Ayuntamiento nadie se anima a admitir el fracaso –tan humano, por otro lado- y a retirar el invento de una vez, en muchas de ellas sólo quedan hierros retorcidos y un hueco que el agua de lluvia se encarga de rellenar.
Así que ya saben, en los días de lluvia hay pequeñas sorpresas, puede que desagradables, en forma de reducidos fosos medievales por la plaza de la Merced, ideales para meter la pata e incluso el pie. Ojo con ellos.