El proyecto de demolición de la Tribuna de los Pobres es una muestra más de la preocupante insensibilidad patrimonial que se respira en el Ayuntamiento.
La esperanza es que, son tantas las exhibiciones de borriquez urbanística de los últimos días, que o nuestro Ayuntamiento incorpora un simbólico bulldozer al escudo de Málaga o lo mismo frena la cadena de demoliciones, aunque solo sea por tacticismo ante la proximidad de las elecciones.
Cierto es que a los malagueños -y a la mayoría de los españoles- lo mismo les da ocho que ochenta cuando se trata de corrupción política o de ataques a su Patrimonio. Pero todo tiene un límite. En estas semanas preelectorales hemos visto la desaparición de Villa Maya, en El Limonar, símbolo de concordia de la Guerra Civil.
A continuación vino el derribo del antiguo Gobierno Civil provisional de Hoyo de Esparteros para dejar sitio al Málaga Palacio del siglo XXI, una de las operaciones urbanística más provincianas que se recuerdan. (Que sepa cualquier promotora que con un arquitecto de renombre bajo el brazo, el Centro Histórico de Málaga está a su disposición).
Pero el proyecto de demolición de la Tribuna de los Pobres que quiere perpetrar la Gerencia de Urbanismo ha terminado por cabrear a bastantes vecinos y cofrades.
Y sin embargo, el problema es de órdago: cómo convencer a unos responsables públicos carentes de sensibilidad patrimonial -y muchas veces sin un mínimo de cultura general sobre su ciudad- de que esta obra de hace 60 años se ha convertido, pese a que no cumpla los parámetros de accesibilidad de nuestros días, en un símbolo que ya no se puede tocar. Es como intentar convencer a Trump del cambio climático.
Habría que plantearles que a nadie se le ocurriría cambiar todo el graderío del Teatro Romano y comerse una parte para instalar un ascensor. Tampoco harían algo parecido en la escalinata de acceso al antiguo Cuartel de Capuchinos.
El reto es mayúsculo, se trata de hacerles ver que mejorar y modernizar Málaga no consiste solo en demoler todo lo anterior al mandato del alcalde de turno, igual que será una sandez -como argumentaba el dirigente vecinal Alejandro Villén- demoler en el futuro el cubo del Pompidou, símbolo ya del gran cambio de esta Málaga del primer tercio del siglo XXI.
Pero no cree un servidor que nuestros cargos públicos capten tan sutiles argumentos. La esperanza es que la oposición de vecinos y cofrades sumada a la llegada de las elecciones termine por salvar la imperfecta pero entrañable Tribuna de los Pobres. A esa vela hay que agarrarse.
Tronos y votos
Como era de esperar, los líderes políticos nacionales se empiezan a sumar a la Semana Santa de Málaga, que durante unas horas se transformará en un distorsionado show electoral y en carnaza para tertulianos. Flaco favor.
Estimado Alfonso, como siempre, lo has clavado; y a mí, para recompensarte por decir lo que muchos pensamos, me encantaría hacer realidad tu petición; sin embargo no puedo. No puedo por el simple hecho de que en 2011, cuando comenzó el blog Málaga Duele ya realizamos la versión «actualizada» de lo que debería ser el escudo de Málaga. Lamentablemente no pusimos el bulldozer (de FT, seguramente, la empresa más boyante en Málaga desde los tiempos en que el alcalde era concejal de urbanismo, aún vivo Franco, o casi), solo el resultado buscado con su utilización (la «optimización» de los recursos, que diría alguien). Espero que te conformes con eso (otros nos conformamos con que la inminente conversión de futuro propuesta por nuestro líder carismático, convertir Málaga en «Malaguf» o Benidorm, nos pille ya bajo tierra): http://malagaduele.blogspot.com/2017/01/escudo-de-malaga-actualizado.html
Un gran abrazo.