Al tiempo que las floraciones de marzo y abril se dan la mano, el Parque Huelin es el lugar elegido por centenares de tórtolas turcas para pelar la pava.
Aunque en esa época no hubiera redes sociales ni móviles pero sí mucho tiempo para pensar, hay que comprender a Goethe cuando inventó uno de los primeros eslóganes turísticos de la historia: «El país donde florece el limonero».
Es un lema mucho más efectivo que la cansina triada publicitaria que se aplica en todas las ediciones de Fitur y que pueden intercambiarse todas las ciudades, pueblos y pedanías de España (incluso las gobernadas por la CUP): «Encrucijada de caminos, crisol de culturas y tierra de contrastes».
Mucho más poético y original, con la flor del limonero Goethe hacía referencia a Italia, y alguno dirá que a los países asomados al Mediterráneo que disfrutan de un clima privilegiado.
Hace unos años, por estos mismos días de marzo, paseaba el autor de estas líneas por Berlín en medio del frío, la niebla, la lluvia, el aguacero y todo lo que supone la expresión «echársele a uno el tiempo encima», cuando de repente, en un parterre del barrio de las embajadas vislumbró, solitaria y valiente, una florecita de color azul.
Comparen este mustio panorama, digno del más crudo invierno de Juego de Tronos, con el espectáculo que ya puede vivirse, por ejemplo, estos días en el Parque Huelin, con la primavera recién estrenada.
Estamos en un tiempo único, y no hablamos del índice de descalificaciones per cápita que hoy se suelta en los foros políticos, sino porque se dan la mano las floraciones de marzo, que se despiden de nosotros, con las de abril, todas ellas presentes en estos terrenos que hasta 2002 acogían los bidones de la Campsa.
Y así, el árbol del amor (Cercis siliquastrum) hace un último esfuerzo por mostrar su hermosura mientras ya irrumpe, junto al busto a José María Martín Carpena, la floración de las bauhinias, uno de los árboles más hermosos de Málaga, también llamado el árbol de las orquídeas. Si Goethe lo hubiera contemplado en nuestras tierras, quién sabe si no hubiera dejado los fríos germánicos para instalarse por estos andurriales y no moverse de aquí.
Y como un prodigio de color, la cresta de gallo (Erythrina crista galli). Y todos estos árboles, alfombrando de rojo intenso, naranja, fucsia… el suelo de este parque ejemplar, que desde que se valló, luce mucho más limpio y hermoso.
Pero junto a las miles de flores que evidencian el corte de mangas al invierno, también se ofrece un espectáculo digno de Los pájaros de Hitchcock, porque el Parque de Huelin es el reino de la tórtola de Turquía, que en estos días de cortejo pajariego coloniza a centenares la zona verde.
Y como consecuencia, en el aire se escucha el arrullo salido de cientos de picos que dejan en el paseante la misma sensación sedante que la del canto de las cigarras.
Lo dicho, que venga Goethe y lo vea. Esto sí que es una encrucijada de contrastes acrisolados.