La parte buena de nuestro Ayuntamiento, y no la asilvestrada, es la responsable del embellecimiento del Pasaje Hospitalarios.
Por el inexplicable derribo de Villa Maya, del que hablaremos mañana en esta sección, sabemos que los políticos malagueños pueden ofrecernos una versión civilizada y ejemplar de ellos mismos pero también una cara inquietantemente asilvestrada.
No quiere esto decir que nuestros representantes sean como el doctor Jeckyll y Mr.Hyde pero a veces, dan la impresión, confiemos que errónea, de haber salido de la mente calenturienta del gran Stevenson.
En todo caso, el malo de la película -y la novela- era el señor Hyde, mientras que el doctor Jeckyll siempre dio la impresión de ser un bendito.
Por eso, en este caso a la sabia mano de nuestro Ayuntamiento, en versión doctor Jeckyll, hay que achacar el embellecimiento de un rincón de Málaga que hasta hace poco solo podía deparar a los peatones las lesiones clásicas de muchos futbolistas: esguinces, isquiotibiales chungos, meniscos a la birulé… aunque ninguna caída simulada.
La causa de tantas visitas al médico se encontraba en una acequia de piedra que ya fue objeto de alguna crónica estos años, porque atravesaba una suerte de parcela salvaje que se correspondía con el Pasaje Hospitalarios, frente al Parque de la Alegría, en Ciudad Jardín.
El nombre de Hospitalarios se refiere a una orden religiosa encargada de cuidar a enfermos y parece un guiño al vecino Centro Asistencial San Juan de Dios, el antiguo psiquiátrico de San José, del que hablamos en la crónica de ayer.
Aunque en un primer momento la Asociación de Amigos del Acueducto de San Telmo informó a esta sección de que esta acequia formaba parte de la obra, más tarde rectificó y dijo que no.
De cualquier forma, es un bonito vestigio de las tierras de campo del pasado, en una zona a la que no llegaba la ciudad; si acaso, veteranas fincas de recreo y de labranza.
El Pasaje Hospitalarios, sin embargo, era lo más inhóspito que podía esperar un viajero, al que se le encogía el corazón cuando lo cruzaba, la mayoría de las veces camino del jardín botánico de La Concepción.
Matas salvajes, basura y la acequia a ras de tierra, que animaba al paseante a que metiera la pata, no era el mejor signo de bienvenida.
Todo esto ya es agua pasada y la acequia luce con una bonita reja que protege y también embellece. Como hablamos de un rincón bastante pequeño, el Consistorio ha optado por convertirlo en un socorrido jardín de plantas crasas (confiemos en que planten más porque hay muy pocas).
Y aunque no son los Jardines de Versalles, el Pasaje Hospitalarios se ha vuelto más acogedor. Nuestros munícipes han mostrado la mejor versión del doctor Jeckyll y han mandado a hacer gárgaras al tenebroso Mr. Hyde. Felicidades.