En un fascinante limbo sobre el túnel de San José podemos encontrar adelfas, ‘aperos’ de algunas obras públicas y hasta una nevera tumbada que no será retirada así que pasen los siglos.
Hace tiempo que, gracias al perspicaz trabajo del veterano investigador Manuel Muñoz, quedó más que demostrado que ni la finca de San José ni la vecina de La Concepción pertenecieron a Manuel Agustín Heredia, aunque sí fue el propietario de una finca de San José, en el término de Casabermeja, que nada tiene que ver con la que desde los años 20 del siglo pasado acoge el psiquiátrico de los hermanos de San Juan de Dios, hoy, Centro Asistencial San Juan de Dios.
Como muchos sabrán, en estas dos fincas vivieron dos hijos de don Manuel Agustín Heredia: Amalia, que fue dueña de La Concepción junto con su marido Jorge Loring, y Tomás Heredia, que la disfrutó con su esposa Julia Grund.
En el siglo XIX, las fincas de los dos hermanos estaban separadas únicamente por un callejón que hoy no se lo podría saltar un galgo, puesto que por en medio ruge la autovía.
Lo que sí permanece pese a la carretera, como uno de esos insectos prehistóricos conservados en gotas de ámbar, es un viejo camino de tierra que, posiblemente, conducía hasta la puerta del psiquiátrico y del que alguna vez hemos hablado de él porque en realidad bajo él se encuentra el túnel de San José.
Lo podemos localizar justo a la entrada del moderno centro asistencial, que la semana pasada presentó las reformas de los últimos años.
Junto a él, esta especie de limbo, de posible competencia de la Demarcación de Carreteras, que como le ponga el mismo interés que al tramo del Camino de Casabermeja de su propiedad, que tuvo que adecentar el Ayuntamiento, podemos esperar sentados cuatro siglos (hablamos del camino peatonal al jardín botánico de La Concepción que, hasta que no le metió mano el Consistorio, era un pasaje del terror para los visitantes que lo recorrían a pie por la falta de luz y aceras.
El tramo sobre el túnel es una fascinante prueba de la fuerza de la Naturaleza, pues todo él se encuentra plagado de adelfas que han logrado agarrarse al terreno, pese a que un poco más abajo haya hormigón.
Pero junto a adelfas y otros arbustos, también hay topes olvidados, posiblemente de las obras de la autovía. Y esto recuerda a las estructuras ciclópeas que algún ministerio de obras públicas se dejó olvidadas en el Parque Periurbano de la Virreina, con motivo de las obras de la hiperronda y que allí seguirán, no lo duden, por los siglos de los siglos.
En el caso de este fascinante tramo, además de topes abandonados hay una nevera abierta, colocada de forma horizontal sobre la tierra a modo de túmulo y que recuerda a una versión más moderna de la Tumba del Guerrero del Museo de la Aduana.
Antes se cubrirá de ámbar milenario que será retirada por la administración incompetente pues lleva muchos años tomando el sol. Lo dicho, un paisaje burocrático marciano.