La calle Abdías, como el pueblo escocés del conocido musical, da la impresión de que reaparece cada cien años, y por eso tiene un aspecto tan destartalado, con farallones de asfalto como principal atractivo.
La pasada semana vimos que incluso un grupo escultórico no muy dado a pasear por el entorno ha hecho mutis por el foro. Es el caso del monumento a Félix Rodríguez de la Fuente. El naturalista se encuentra en el taller de reparación de su autor, el escultor Antonio Arjona, para volver a presentarse en sociedad entero, sin las partes extraídas por nuestros vándalos que tanto se asemejan, en su discurrir, a los paramecios.
De paso, nuestro Ayuntamiento lo recolocará en una zona verde con más seguridad que donde estaba, los Jardines de Picasso.
La recuperación artística del querido Félix Rodríguez de la Fuente puede evocar en contemporáneos del naturalista burgalés imágenes de lobos, páramos indómitos, linces ibéricos a la carrera e incluso serpientes pitón del tamaño de una estación de metro emborrizadas en fango.
Estos impagables momentos de la fauna ibérica y foránea pueden experimentarse, a un nivel absolutamente simbólico y testimonial, en uno de las calles con más vida microscópica y vegetal de Málaga, pues es muy posible que lleve sin ser hollada por personal del Ayuntamiento desde el comienzo de los tiempos democráticos.
Tan descuidada se encuentra esta calle, dedicada, parece, al profeta Abdías, que bien podría seguir la misma pauta que Brigadoon, ese pueblo escocés que surge de la bruma una vez cada cien años y que conoció el actor y bailarín Gene Kelly.
Quién sabe si un servidor no se adentró por una calle fantasmal, que para que ustedes se sitúen es vecina de la plaza de la Paula, al pie de El Ejido, y que también surge de la bruma una vez cada cien años, lo que explicaría que estuviera hecha unos zorros.
Es la única explicación que encuentra un servidor ante un paisaje devastado, digno de una película apocalíptica, eso sí, de muy bajo presupuesto. Porque por el margen derecho de esta vía, en realidad un pasaje, además de matojos en abundancia que transportan al paseante a la verde Irlanda, recios farallones de asfalto se adentran en la calle como si fueran acantilados urbanitas.
Se ve que en el arreglo del nivel contiguo, un aparcamiento, sobró algo de mezcla y no anduvieron finos, o bien las lluvias han deshecho una obra previa y la Naturaleza sigue erosionando el terreno, en cuyo caso sería de los más razonable apuntalar el terreno, no sea que en una próxima torrentera el parking se vaya a hacer gárgaras gracias a una grieta de película.
De cualquier forma se trata de una calle en la que la huella civilizadora de la Gerencia de Urbanismo se atisba muy lejana. Bien podría ser la ocasión para darle una nueva apariencia a nuestro Brigadoon malaguita. Al contrario que al pueblo escocés, que contaba con Gene Kelly y Cyd Charisse, a la calle Abdías nadie le baila el agua.