Es imprescindible que el Ayuntamiento se abstenga de publicitar en Fitur el puente del CAC, potencial donante de tétanos y en un estado muy alejado de la excelencia.
La Opinión daba ayer la noticia de la retirada de lodo en el Guadalmedina, una tarea que puede afirmarse que es secular, lo mismo que el dragado de la arena acumulada en el Puerto, de lo que dan fe documentos y legajos de tiempos pasados que, recopilados, superarían en altura al farallón hotelero del Málaga Palacio y quien sabe si al futuro rascacielos portuario.
En todo caso, de estos barros vienen estos lodos, y hay que pensar que buena parte del Centro de Málaga ha nacido gracias a la paciente acumulación de materiales del Guadalmedina a través de un porrón de siglos.
El paso del tiempo puede con todo. El problema es cuando sus efectos se hacen notar antes de fecha por falta de mantenimiento, lo que muchas veces demuestra falta de interés. No es el caso, como vemos, de los lodos del Guadalmedina pero sí de un puente que lo cruza y que casi desde su inauguración está abandonado a su suerte, quizás porque no es de los más transitados.
Hablamos del Puente del CAC, que pese a la loable particularidad de que tenga líneas más modernas y mucho colorido, exhibe unas vallas protectoras con un índice de oxidación capaz de convertirlas en las mayores productoras europeas del tétanos.
Se arriesgan las parejas enamoradas al amarrar sus amores en el puente y cerrar simbólicamente el candado a nuevas relaciones, así que precaución, pues el objetivo de muchas de ellas es pasar por el altar o el juzgado, no por las urgencias de Carlos Haya a causa del puente oxidado.
La exposición al río y al cercano Mar de Alborán, ya se sabe, acelera la oxidación; lo que no se ha acelerado en estos años es la capacidad de respuesta municipal. Así que el puente del CAC luce cochambroso, oxidado y para rizar el rizo, atiborrado de candados, un gesto nacido de la enamoradiza imaginación del escritor italiano Federico Moccia, quien para los adolescentes europeos es lo que en su día fue Barbara Cartland para lectores con más años que un bosque.
La concentración de candados, la mayoría también oxidados, ha provocado que un grafitero anónimo escriba en una barandilla lo siguiente (absténganse de leerlo las almas sensibles): «Me cago en tu candao» (sic).
Así que también hay que resaltar que abundan las pintadas y no se pueden olvidar las barandillas, repletas de restos de adhesivos arrancados.
En resumidas cuentas, nuestro Consistorio debe abstenerse por todos los medios de publicitar el puente del CAC en Fitur hasta que no recupere la dignidad. Una forma rápida sería encargar uno nuevo a Angela Merkel, con lo que disfrutaríamos de dos Puentes de los Alemanes.
De estos barros -la falta de mantenimiento- vienen estos lodos, estos óxidos y estos candados. Cualquier día cede por estos dos factores.