Aunque lleve el poco acertado nombre de Málaga Education Week, esta semana se celebra en nuestra ciudad un gran encuentro sobre la enseñanza de español para extranjeros. La ciudad se lo ha ganado desde sus primeros pinitos en el ramo en 1948.
En los años sesenta, en una vieja casa de Pedregalejo de la avenida Juan Sebastián Elcano -todavía en pie- perteneciente a un familiar del firmante, comenzó una de las primeras escuelas de español para extranjeros de Málaga.
La semilla la puso años antes, a partir de 1948, el inquieto concejal de Cultura Andrés Oliva, que dotó de contenido cultural las Fiestas de Invierno con los Cursos de Español para Extranjeros, pensados para guiris con conocimientos bastante avanzados de la lengua de Quevedo, consistentes en lecciones y ejercicios prácticos.
Para que tengan una idea de su contenido, una de las charlas, impartida por un catedrático de la Universidad Central de Madrid, llevaba por título Evolución de la poesía renacentista española, o lo que es lo mismo, que quienes daban sus primeros pasos en nuestro idioma no tenían nada que hacer.
Esa temprana escuela de español de Pedregalejo, ya desaparecida -la casa acoge hoy varias viviendas-, dio para historias muy curiosas, como una profesora malagueña que terminó casándose con su alumno austriaco, con el que desde los años 70 vive en Viena. Los hijos, a propósito, son la fusión perfecta del espíritu vienés y el malagueño.
Con el tiempo, las escuelas se multiplicaron por toda Málaga, con especial predilección por instalarse en el Este y en el Centro. Una de ellas, por cierto, ha sido premiada tantas veces como la mejor escuela de español del mundo, que un servidor ha perdido la cuenta.
Se trata de Malaca Instituto, en el Cerrado de Calderon, un centro fundado en 1971 por Ida Willadsen, una danesa que un año antes acudió a Málaga con la intención de estudiar español durante tres meses. Hoy es la escuela más veterana de la ciudad.
Así que esta evolución ha propiciado que Málaga, junto con ciudades como Madrid, Barcelona o Salamanca, esté siempre en los primeros puestos del turismo idiomático en España, que no solo beneficia a los estudiantes que acuden a nuestra ciudad, beneficios económicos aparte, porque en muchas escuelas los estudiantes se anuncian para practicar con los autóctonos mediante intercambios de idiomas gratuitos. Suelen quedar en un café una o dos veces por semana para hablar una parte del encuentro en español y la otra parte en el idioma que esté estudiando el malaguita de turno, con lo que las dos partes se benefician.
Todos estos datos justifican que justo en estos días se celebre en nuestra ciudad, por segundo año consecutivo, la semana del español en Málaga, centrado en el veterano y pujante turismo idiomático. Estupenda iniciativa.
Lo que ya no tiene perdón de Dios, y está más próximo a un chiste de La Codorniz, es que un encuentro de este tipo lleve por nombre Málaga Education Week. Algún día nos sacudiremos el complejo de inferioridad del español.