Un colorante verde demuestra que el líquido que desde hace más de 20 días fluye por el Camino de los Almendrales no es agua de lluvia sino algo de peor olor y composición.
En una novela, cuento o tebeo, pues el firmante no recuerda dónde leyó esa historia hace muchos años, los sospechosos de haber cometido un crimen se enfrentan a una prueba casi tribal, una primitiva máquina de la verdad que no es sino una cabra o una oveja a la que deberán pasar la mano por el lomo. Se supone que el animal empezará a balar en cuanto sienta la mano criminal sobre su piel.
El resultado es que al final, la cabra o la oveja no dicen ni pío, pero a los sospechosos les hacen mostrar las palmas de las manos tras la prueba: todas aparecen manchadas por un pigmento que estaba untado en el lomo menos la mano del culpable, que no se ha manchado porque no ha llegado a tocar al bicho, al temer que lo delatara con sus balidos.
Esta historia de los pigmentos delatores, aunque no haya presuntos malvados de por medio, es la que se vivió el pasado martes en el Camino de los Almendrales. Como recordarán los lectores de la crónica del sábado 5, desde el pasado 17 de diciembre de un muro del Seminario mana un agua maloliente.
La aparición de este agua, posiblemente fecal, hizo que se multiplicaran las denuncias a la policía, Emasa, e incluso al Seprona.
Sin embargo, el agua siguió manando y a instancias del Ayuntamiento, el Seminario concluyó que pese a salir de sus instalaciones, no había ninguna avería en sus redes, sino que se trataba de agua de lluvia estancada que salía de los alveolos o huecos internos del muro.
El viernes el firmante acudió a echar un vistazo a la zona acompañado por Manolo, el vecino que hizo las denuncias, y a menos que los muros almacenaran en sus prodigiosos alveolos todo el agua de la presa de Asuán, se hacía difícil imaginar tanto líquido pestoso fluyendo durante tres semanas, aunque fuera de forma intermitente, como si Málaga hubiera sufrido del 17 para acá la mayor inundación de su historia, que no fue el caso.
Ante las dudas planteadas, y como junto a la filtración hay un registro -dentro de los terrenos del Seminario- Emasa pidió que se vertiera un colorante por esa red y si salía fuera, ya tendríamos detectada la avería.
Y así ha sido: el pasado martes y pese a que habían terminado las fiestas navideñas, por el Camino de los Almendrales bajaba el mismo agua maloliente… pero de un alegre color verde.
Aunque se haya detectado al fin el problema y el Ayuntamiento haya instado al Seminario a solucionarlo, lo cierto es que han pasado 23 días desde las primeras aguas pestosas en una zona frecuentada por cientos de colegiales. 23 días es un tiempo realmente excesivo, aunque nada comparado con otra fuga parecida en 2016 en la plaza de Olletas, que costó meses arreglarla.
El Consistorio debería mejorar su capacidad de reacción y obligar a los propietarios con más rapidez. Lo ideal sería que se preguntara si algo así estaría 23 días en calle Larios y actuar en consecuencia.