De iglesias ilustradas y falta de Ilustración

4 Ene

Algunas iglesias del Centro van a terminar cubiertas por entero de grafitis. Una de las que sufre más esta invasión vandálica es la de La Concepción, en calle Nueva. Los borricos siguen dando coces pictóricas.

El hombre ilustrado, del escritor norteamericano Ray Bradbury, es un libro de cuentos que tiene como hilo conductor un vagabundo con tendencia a emular a los maoríes o a un futbolista de élite porque tiene todo el cuerpo enteramente tatuado.
Como hemos aventurado en crónicas anteriores, las iglesias de Málaga tienen el riesgo de terminar como el vagabundo de Ray Bradbury, solo que con pintadas en lugar de tatuajes.

Esta epidemia de vandalismo e incultura está alcanzando proporciones grotescas en la iglesia de Santiago, con el lateral de calle Santiago convertido en un vagón abandonado del metro de Nueva York. No se queda atrás la iglesia de La Concepción de calle Nueva a la que, lejos de crecerle los enanos, le crecen los tatuajes grafiteros, en concreto en el lateral de la calle Francisco de Rioja, la que comunica con la plaza de las Flores.

Poco importa que esta preciosa construcción, capilla del Colegio de las Esclavas, se levantara en los albores del siglo XVIII y que en ella esté enterrado el gran maestro mayor de la Catedral, Antonio Ramos. Estos detalles son inaprensibles para los cenutrios anónimos que la han utilizado para dejar constancia notarial de su enorme semejanza con los borricos.

La paradoja es que aunque la palabra fanático venga del latín fanum -templo-, hayan sido unas personas criadas en el siglo XXI las que exhiban su fanatismo en el exterior de una iglesia con la excusa de expresar su ideología que, mucho nos tememos, se reduce a un par de eslóganes polvorientos.

Porque, «Patriarcado + capital: alianza criminal» se podrá argumentar en muchos foros menos en un monumento histórico-artístico. Y la pena es que reflexiones como «El machismo mata« quedan desprestigiadas por plasmarlas en una pared de 300 años.
También asoma por ahí un «gora Eta», que además de un delito ya resulta tan memo y anacrónico como jalear en una pintada al pretendiente don Carlos (el hermano de Fernando VII, no Puigdemont).

Así que en esas estamos, cualquier reflexión comprimida en un eslógan queda inutilizada y su autor convertido en un metafórico asno si se ejecuta en un monumento de todos los malagueños, y no digamos si se trata de la clásica pintada de autoaplauso, con la firma de alguien que nos importa un pimiento.

Pero esto es algo que no les entra en la mollera a algunos y por eso tantas iglesias del Centro de Málaga se están transformando en iglesias ilustradas, en el mal sentido de la palabra.

La conclusión, claro, es que los autores de estos actos vandálicos necesitan mucha Ilustración, en el buen sentido de la palabra y con mayúsculas.
Se pueden defender los derechos de la mujer, de los pensionistas, de los parados, incluso de los animales… sin hacer el mulo. Tomemos nota.

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